domingo, 24 de agosto de 2014

1999 DE ÉXITOS Y FRACASOS

Todo el mundo pletórico después de aquel año 1998 lleno de éxitos. El musical fue un éxito a pesar de que casi morimos en el intento, el concierto de verano atrajo a más público que el año anterior (hubo que ampliar aforo) y el concierto de Navidad quedó para el recuerdo, pero todo tiene un tiempo, y a veces hay que darse algún que otro batacazo para recordar de dónde vienes.

Para la primavera habíamos decidido comenzar la "Semana Lírica", una semana de conciertos, exposiciones, conferencias... todo dedicado a la zarzuela, la ópera, el musical y nuestra asociación, realizando al final de la misma un gran concierto como fin de fiesta.

Ese año, para inaugurar, buscamos un plato muy fuerte, y nos decidimos a hacer una antología de zarzuela acompañados de una orquesta traída de Madrid, de un director de orquesta como Tulio Gagliardo, una soprano (Judith Borrás) y un barítono (Vicente Lacarcel).

Los ensayos habían vuelto a sus fueros. Habíamos recuperado el solfeo y dábamos ocasionalmente técnica de canto. Incluso nos atrevimos a inaugurar un local que nos habíamos buscado para ensayar. Un lugar situado sobre un bar, con una sala grande, otra más pequeña a modo de distribuidor, sala de partituras/guardarropa, aseo y oficina.Un lugar que podíamos llamar nuestro, sin tener que contar con colegios, universidades o préstamos varios. Teníamos nuestro propio letrero donde lucía orgulloso mi logotipo, una línea telefónica, ordenador...

Tal era el nivel que yo mismo decidí encargarme de la sección informática, arreglando el ordenador cada vez que se estropeaba.

También quise hacer algo más, y fundé una revista de régimen interno llamada TEATRO LÍRICO. En esa revista, quien quería podía publicar un artículo hablando de lo que quisiera que estuviera relacionado con nuestro coro. Al principio lo hacía todo, pero poco a poco fueron saliendo voluntarios para escribir artículos y crónicas.

El concierto de verano consistiría en una antología de zarzuela (otra más) en el mismo sitio de siempre y el concierto de Navidad en unas misas de Mozart, si mal no recuerdo las Kv 68 y Kv 140.

Los ensayos se volvieron increíblemente monótonos. Las piezas en su mayoría estaban más que ensayadas, y quedábamos para que "los nuevos" cogieran el ritmo y poco más. Las semanas se pasaban volando y parecía que todo rodaba solo.

Recuerdo la primera vez que vi al director que habíamos traído para la "I Semana Lírica". Era un argentino alto y espigado, de moreno pelo largo y con una fuerza a la hora de tocar el piano que pocas veces había visto. Además, me hacía gracia porque daba las entradas como si lanzara un tiro libre de baloncesto. A la soprano la escuché por primera vez en un bar, y no es que estuviera ahí de farra, es que le pedimos a un bar bastante amplio que nos dejara meter ahí a la orquesta, a los solistas, al coro y a un señor de Murcia que pasaba por ahí. Apenas podíamos pasar entre los músicos para llegar a nuestro puesto de cantantes corales. Pero a lo que iba, a la soprano no la vi, la escuché, parecía que no hubiera orquesta, sobresalía por encima de todos aquellos instrumentos sin apenas esfuerzo, pero cuando escuché "Soy Arriero" del barítono, he de reconocer que creía que el bar se venía abajo. Aquel hombre fornido, sentado en una silla de enea, cantando agarrado a la reja de una ventana (que por la decoración, estaba por dentro), parecía que no hubiera más mundo que ese.

Si dos años atrás, los solistas del coro me habían parecido de otro planeta, estos ya eran de un universo paralelo. Ahí estaba yo a mis 17 años, hasta las narices de ensayar, pasando un calor torrencial con más de 60 personas metidas en un bar cantando, hasta arriba de trabajo extra-coral y dejándome la piel por un coro que no sólo no me pagaba un duro, si no que no había salido de la ciudad. ¿Cuándo vamos a viajar? No tenía la más mínima idea. Me gustaba mucho cantar, pero esto no era lo que yo esperaba, había mucho más trabajo del que parecía.

Esos solistas, por supuesto, no se preocupaban de integrarse en con el coro, iban un poco a lo suyo, no sé si sería porque hace 15 años eran diferentes, o porque "viene con el puesto", pero apenas se dignaban a saludar al coro (que algunos lo hacían), pero mucho menos a acercarse y compartir un ratito de charla.

¿Me podría yo volver así si llegaba a su nivel? Sólo lo podría saber con el tiempo.

Como ya he dicho, aparte de lo novedoso de traer gente de fuera, concierto y ensayos se volvieron monótonos, pues ensayábamos sobre ensayado y no había apenas novedades. Sólo el compañerismo y la familiaridad que nos habíamos creado entre los integrantes del grupo hacía más llevadero el trabajo, porque era un trabajo, con nuestro horario y nuestras exigencias pero, como ya he dicho, sin ver una peseta.

Pero llegó un momento más que interesante. Si la "I Semana Lírica" había sido un éxito, ¿por qué no arriesgarse también en el verano?

A pesar de repetir por enésima vez el programa, volvimos a traer una orquesta de Madrid, otros dos solistas diferentes y otro director nuevo. Y he de reconocer que si los solistas de primavera se habían integrado poco en los ensayos y el grupo, a éstos sólo los vimos en el ensayo general y de pasada.

La orquesta que había sido anunciada como Orquesta Sinfónica de Madrid, se quedó en Orquesta de Madrid, ya que la verdadera sinfónica capitalina se había mosqueado y con razón. Sólo esperaba que la verdadera Sinfónica tuviera algo más de seriedad, ya que por mucho que estuviésemos en agosto, no veía lógico que los músicos ensayaran con una nevera bajo la silla llena de litronas vacías, y mucho menos dándole caladas a un cigarro y soltando el humo a través de las trompetas. Todo apuntaba a que iba a ser un concierto movidito.

Llegó el día del concierto. La "III Gala Lírica de Verano". Si en la primera se habían colocado unas 300 sillas, este año habíamos llegado a las 900, pero apenas fueron unas 100 ó 150 personas, ya que por aquella época una entrada a 3.000 pesetas era un pasote. Aún así parecía que se iba a sacar un buen pellizco. Debo recordar y recalcar que sólo el director, la orquesta, los solistas y el director de orquesta veían algo de dinero, ya que los integrantes del coro estábamos ahí "por amor al arte", es más, muchos de nuestros familiares (los no enchufados, por así decir), tenían que pagarse la entrada.

Hacía algo de viento, y el concierto comenzó a retrasarse. Los jardines donde íbamos a cantar presentaban un aspecto bastante desolador, pues no llegábamos ni a una quinta parte de la entrada, y el tiempo tampoco acompañaba. La señora que se había erigido como portavoz o agente del coro, salió a disculparse ante el público varias veces, público que ya comenzaba a mosquearse por un concierto que no comenzaba y que les había costado un riñón.

Por fin salimos al escenario y, tras dos piezas, volvimos a entrar. El viento en aquella localidad costera había traído salitre que había rajado y bajado de afinación los instrumentos, algunos muy caros. Así que la orquesta decidió que no salía más a tocar. Los solistas pensaron que sin orquesta no iban a rebajarse a salir a cantar, y el director resolvió que sin orquesta y solistas no merecía la pena salir a dirigir, eso sí, querían su dinerito, era lógico...

¿Qué pasó? Pues que media hora después, tras varias disculpas de esa señora que yo ni conocía (por lo visto hija de alguien muy conocido en este mundillo), tras intensas discusiones con ese grupo de divos que habían venido con tanta pompa y boato, y tras las lágrimas de algunos integrantes del coro, se decidió que los únicos que no veían un duro, tendrían que salir y dar la cara. Y así se hizo.

Completamente avergonzados por tan bochornoso espectáculo, el coro salió y se situó frente al escenario, lejos de los micrófonos que nos habían jodido tanto, y sin más instrumentación que un diapasón y tuvimos que improvisar unas cuantas piezas para calmar los ánimos que, lógicamente, estaban más que crispados.

Aquella fue la última vez que cantamos en aquel lugar. Volvimos a casa deseando olvidar por completo semejante día, que había sido quizá uno de los peores que había vivido como cantante.

Tras unos días de vacaciones más que merecidas (ya que habíamos dado la cara, qué menos), volvimos a los ensayos con la promesa de éxitos.

Septiembre nos trajo una sorpresa inesperada. Un coro alemán celebraría el año siguiente su 20º aniversario, y nos invitaba a un encuentro coral internacional en Alemania. ¡Por fin un viaje! Pero había muchas cosas que hacer antes de eso, y me quedan muchas cosas que contar antes de relatar aquella hazaña.

Nos habíamos propuesto, como dije al principio, hacer unas misas de Mozart en el mismo sitio donde el año anterior habíamos realizado las misas del mundo.

Ésta vez se escogieron cuatro voces del coro para realizar las misas, aunque sí se trajo una orquesta extranjera, la Volga Art y una directora, creo que catalana. Yo, por supuesto, contaba con el gran problema de ser tenor, y ese puesto era vitalicio para otra persona que no iba a soltarlo alegremente (ni tristemente, simplemente, no lo soltaba ni a tiros).

Fueron unas misas la mar de bonitas, he de reconocer que daba gusto ensayar cosas nuevas y alejarse un poco de la zarzuela que, por aquel entonces, nos tenía a muchos ya hasta las narices. Los solistas (al menos algunos) hicieron un papel más que digno que, en algunos casos, no fue reconocido por quien debía, y sí por quien quiso, lo cual era muy triste.

La revista seguía su curso, se sacaba un número mensual que imprimía en casa y la gente parecía aceptar de buen grado aquella publicación que parecía ser un anuario de nuestra vida coral. Algunas veces me veía desbordado, ya que a pesar de las promesas, algunas personas no hacían artículos, y verse solo para hacer algo, algunas veces es desesperante, por muchas ganas que le pongas.

En cuanto a la sección informática... me pasé medio 31 de diciembre pasando archivos a disquetes de 3 1/2 por el temido "efecto 2000", que al final se quedó en una chufa.

Y por fin llegó el año 2000. La discusión diaria era si habíamos cambiado de milenio o no, pero lo que cambió fue mi vida prácticamente por completo.

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