domingo, 31 de agosto de 2014

2000 INTERNACIONALIZACIÓN.

Había dejado atrás el año 1999. El coro donde estaba había crecido en esos 3 años de forma exponencial, yo ya me había ganado un hueco entre los "buenos", se me consultaba y mis opiniones eran tenidas en cuenta, al menos por la mayoría de la gente.

Hacía tiempo que había dejado de ser un "novatillo", y gozaba de cierto reconocimiento.

¿Qué hacer para la "II Semana Lírica"? Pues quizá uno de los eventos más importantes en los que nos habíamos visto envueltos jamás: Otro Musical Americano, en este caso Joseph, and the Amazing Technicolor Dreamcoat. Es decir, Joseph para abreviar.

Una nueva historia bíblica compuesta por uno de los mayores compositores de musicales de la historia "Sir Andrew Lloyd Webber". Pero ese musical debía ser contada a los niños, a un grupo de niños que necesitábamos para darle vida a la obra.

La solución fue fácil y arriesgada: De colegio en colegio reclutando niños y niñas de 8 a 15 años para cantar en el musical.

En realidad la franja de edad se amplió, el límite creo que sí eran los 8 años, pero había chicos y chicas de hasta 19 años.

Cuando nos dimos cuenta, entre las nuevas incorporaciones al coro adulto, y el coro infantil, ya éramos unos 100.

Era curioso cómo cuando íbamos a hacer un musical, podíamos llegar a ser más de 50 voces y el primer ensayo después del concierto no llegábamos a 30, se nota que lo que tiraba era el género, no el coro.

Y no era de extrañar, hacer un musical americano suponía volver a hacer enormes esfuerzos a la hora de ensayar. Pero lo más interesante, es que fui escogido como cover del protagonista (que era el de siempre). ¿Por mi voz? No, por favor... era por el bochornoso detalle de que con mi largo pelo rubio me parecía físicamente al tipo que salía en la parte de atrás del disco de Joseph que habíamos tomado como inspiración.

Lo reconozco, acepté con la ilusa esperanza de poder hacer ese musical como solista, pero era realmente bochornoso que me hubieran cogido por un más que discutible parecido físico que por mi voz.

Los ensayos volvieron a ser maratonianos, pero no tanto como en A CHORUS LINE, los coros eran más simples y el peso recaía sobre todo en la chica que hacía de narradora, el solista y el coro infantil, que correteaba por los ensayos como un grupo de... no sé, como una estampida que no encontraba la salida. Era complicado mantenerlos callados, y a más de una chica de edad algo más avanzada, era complicado hacerla quitar la mirada de alguno de los adultos mejor parecidos (he de reconocer que a mí también me rodeaba de vez en cuando con risitas y nervios, pero en fin...), también a más de un prepúber se le iba la mirada tras las caderas de más de una "adulta" que teníamos que eran realmente de quitar el hipo.

Todo parecía muy bonito. Los carteles eran a todo color, llenos de vida, me hicieron una sesión fotográfica con la ropa del concierto, me maquillaron para ese momento y el fotógrafo me decía cómo colocarme, la verdad es que me costó un huevo, era mi primera sesión y tenía que mantener una expresión de sonrisa, con lo serio que era yo... los primeros 30 segundos me salía bien, pero el fotógrafo era lento de cojones y tardaba una eternidad en hacer la foto, así que cuando quería disparar, mi sonrisa era más que forzada.


Yo tenía puestas muchas ilusiones en aquel musical. ya no tenía el horario normal de cuatro horas a la semana de ensayo, tenía que trabajar en otros horarios para aprenderme las piezas de solista y los movimientos, aunque no fuera a cantar de solista en ninguno de los tres conciertos programados. Dos un día y uno al día siguiente. Me parecía una demostración de ego sobredimensionado hacer eso, pero yo no ponía las normas, y mi peso en aquellas decisiones era nulo. El caso es que llegaba pronto a los ensayos (lo cual algunas veces se llevaba más un reproche que un elogio, algo esperpéntico en mi medido cerebro que lo cuantificaba y clasificaba todo), iba con todo aprendido, los movimientos interiorizados, las letras en mi cabeza... mejor que el principal en muchos sentidos, pero me fallaba el sentido del ritmo. Se habían hecho unas bases musicales para ahorrarse la orquesta y me costaba mantener el ritmo, pero era lo que había.

Trabajaba como el que más, a pesar de saber que mi presencia en el musical ese año, iba a ser algo más que anecdótica.

Era la primera vez que tenía que interpretar, tenía 18 años recién cumplidos y el papel resultaba un pelín grave para lo que yo solía hacer. Habíamos contratado un director de escena nuevo y un grupo de tramoyistas que nos ayudaría durante el concierto. Recuerdo a uno de ellos mirándome fijamente y diciéndome después de un ensayo "Macho, como actor no vales un duro". Por dentro me estaba cagando en sus pulmones, pero por fuera sólo podía asentir. Quizá él no recordaba que también había tenido unos comienzos, y que eso, dicho de aquella manera, podía condicionar mucho la carrera de una persona.

Como esa semana lírica estaba dedicada a los musicales, se hizo (oh sorpresa) una "Antología de los musicales" una semana antes del concierto. Y he aquí que, cual perro al que le tiran un hueso con desgana, tuve la oportunidad de cantar un par de piezas como solista. Nada del otro mundo, un "I close my eyes" de Joseph, precisamente el segundo que se cantaba que me quedaba grave a más no poder, y un "There's me" de Starlight Express que tuvieron que subir un tono para que yo pudiera lucirme un poco... ya ves...

Tras meses de trabajo llegaron por fin los conciertos. Un gran espectáculo de luz y sonido con camisetas de colores donde lucía esplendoroso el logotipo del coro. Tres conciertos donde hubo sus pequeños errores, y el egocentrismo de algún que otro solista.

En una ocasión, al solista se le estropeó el micrófono de diadema y le arrancó el de mano al de otra solista argumentando que él era el principal y necesitaba el micro, cosas incomprensibles, máxime teniendo en cuenta que lo podían compartir sin ningún problema.

A la narradora (la verdadera protagonista del concierto), le dio por caerse por una de las escaleras, cantando uno de los conciertos con una rodilla ensangrentada. Los cambios de ropa nos obligaban a correr por los pasillos en ropa interior, mientras nos quitábamos las prendas y buscábamos las nuevas.

El caso es que fue quizá el techo que tocó el coro y que jamás volvió a alcanzar, pero no era tiempo de dormirse en los laureles, teníamos cuatro meses para ensayar las partituras que nos enviaron para el viaje a Alemania.

Había sido elegido jefe de cuerda, lo cual no llevaba el más mínimo reconocimiento, si no más bien las llamadas de atención si los tenores no se sabían las piezas. Los nervios se atropellaban con las prisas, hubo gente que se apuntó de "cuello" al viaje, gente que sin cantar ni haberse chupado un solo minuto de escenario, estaba de repente en el autobús sin el más mínimo motivo, porque, sí, fuimos en autobús, desde Huelva hasta Alemania. 40 horas de viaje que dieron para miles de anécdotas, pero que no voy a relatar porque sería tedioso. Sólo cabe destacar que la organización alemana fue de 10, no quizá tanto la organización onubense, la falta de información provocó algún que otro contratiempo, pero lo peor fueron esas 40 horas de ida y esas 40 de vuelta. Hacer 80 horas de viaje en 5 días, en un autobús normal y corriente con asientos estrechos y sin aseo mata a cualquiera. Han pasado 14 años, pero si mal no recuerdo, cada cantante tuvo que pagar una cantidad de dinero para poder viajar, y no nos dieron un solo céntimo por todo el trabajo que hicimos. Tres años en el coro y todo habían sido gastos, un solo viaje y tuvimos que pagar por hacerlo...

¿Y qué pasó en Navidad? Pues lo que tenía que pasar. Hicimos un concierto de presentación del coro infantil y me tocó hacer una frase de "We are the world", en español y acompañado de dos o tres niños, es decir, una mierda pinchada en un palo, pero como ya dije, como soy tenor, no tengo cabida en grandes eventos. Bueno, sí es cierto que hice un dúo con otro tenor en una pieza de Brotes de Olivo, vosotros seréis mi pueblo, que se puede ver aquí:

https://www.youtube.com/watch?v=xoprwTRfzvU

Se podría decir que el año 2000 fue bastante exitoso, pero al fin y al cabo no lo había sido tanto para mí, el año 2001 quizá fuera un poco mejor, todo era cuestión de tiempo, pero seguíamos igual:

Pagamos por cantar, me hartaba de trabajar cada día en el coro, no sólo ensayando si no con la revista y con las labores informáticas, además de dirigir la cuerda de tenores, no cobrábamos un duro, y las satisfacciones como cantante eran más bien pocas.

domingo, 24 de agosto de 2014

1999 DE ÉXITOS Y FRACASOS

Todo el mundo pletórico después de aquel año 1998 lleno de éxitos. El musical fue un éxito a pesar de que casi morimos en el intento, el concierto de verano atrajo a más público que el año anterior (hubo que ampliar aforo) y el concierto de Navidad quedó para el recuerdo, pero todo tiene un tiempo, y a veces hay que darse algún que otro batacazo para recordar de dónde vienes.

Para la primavera habíamos decidido comenzar la "Semana Lírica", una semana de conciertos, exposiciones, conferencias... todo dedicado a la zarzuela, la ópera, el musical y nuestra asociación, realizando al final de la misma un gran concierto como fin de fiesta.

Ese año, para inaugurar, buscamos un plato muy fuerte, y nos decidimos a hacer una antología de zarzuela acompañados de una orquesta traída de Madrid, de un director de orquesta como Tulio Gagliardo, una soprano (Judith Borrás) y un barítono (Vicente Lacarcel).

Los ensayos habían vuelto a sus fueros. Habíamos recuperado el solfeo y dábamos ocasionalmente técnica de canto. Incluso nos atrevimos a inaugurar un local que nos habíamos buscado para ensayar. Un lugar situado sobre un bar, con una sala grande, otra más pequeña a modo de distribuidor, sala de partituras/guardarropa, aseo y oficina.Un lugar que podíamos llamar nuestro, sin tener que contar con colegios, universidades o préstamos varios. Teníamos nuestro propio letrero donde lucía orgulloso mi logotipo, una línea telefónica, ordenador...

Tal era el nivel que yo mismo decidí encargarme de la sección informática, arreglando el ordenador cada vez que se estropeaba.

También quise hacer algo más, y fundé una revista de régimen interno llamada TEATRO LÍRICO. En esa revista, quien quería podía publicar un artículo hablando de lo que quisiera que estuviera relacionado con nuestro coro. Al principio lo hacía todo, pero poco a poco fueron saliendo voluntarios para escribir artículos y crónicas.

El concierto de verano consistiría en una antología de zarzuela (otra más) en el mismo sitio de siempre y el concierto de Navidad en unas misas de Mozart, si mal no recuerdo las Kv 68 y Kv 140.

Los ensayos se volvieron increíblemente monótonos. Las piezas en su mayoría estaban más que ensayadas, y quedábamos para que "los nuevos" cogieran el ritmo y poco más. Las semanas se pasaban volando y parecía que todo rodaba solo.

Recuerdo la primera vez que vi al director que habíamos traído para la "I Semana Lírica". Era un argentino alto y espigado, de moreno pelo largo y con una fuerza a la hora de tocar el piano que pocas veces había visto. Además, me hacía gracia porque daba las entradas como si lanzara un tiro libre de baloncesto. A la soprano la escuché por primera vez en un bar, y no es que estuviera ahí de farra, es que le pedimos a un bar bastante amplio que nos dejara meter ahí a la orquesta, a los solistas, al coro y a un señor de Murcia que pasaba por ahí. Apenas podíamos pasar entre los músicos para llegar a nuestro puesto de cantantes corales. Pero a lo que iba, a la soprano no la vi, la escuché, parecía que no hubiera orquesta, sobresalía por encima de todos aquellos instrumentos sin apenas esfuerzo, pero cuando escuché "Soy Arriero" del barítono, he de reconocer que creía que el bar se venía abajo. Aquel hombre fornido, sentado en una silla de enea, cantando agarrado a la reja de una ventana (que por la decoración, estaba por dentro), parecía que no hubiera más mundo que ese.

Si dos años atrás, los solistas del coro me habían parecido de otro planeta, estos ya eran de un universo paralelo. Ahí estaba yo a mis 17 años, hasta las narices de ensayar, pasando un calor torrencial con más de 60 personas metidas en un bar cantando, hasta arriba de trabajo extra-coral y dejándome la piel por un coro que no sólo no me pagaba un duro, si no que no había salido de la ciudad. ¿Cuándo vamos a viajar? No tenía la más mínima idea. Me gustaba mucho cantar, pero esto no era lo que yo esperaba, había mucho más trabajo del que parecía.

Esos solistas, por supuesto, no se preocupaban de integrarse en con el coro, iban un poco a lo suyo, no sé si sería porque hace 15 años eran diferentes, o porque "viene con el puesto", pero apenas se dignaban a saludar al coro (que algunos lo hacían), pero mucho menos a acercarse y compartir un ratito de charla.

¿Me podría yo volver así si llegaba a su nivel? Sólo lo podría saber con el tiempo.

Como ya he dicho, aparte de lo novedoso de traer gente de fuera, concierto y ensayos se volvieron monótonos, pues ensayábamos sobre ensayado y no había apenas novedades. Sólo el compañerismo y la familiaridad que nos habíamos creado entre los integrantes del grupo hacía más llevadero el trabajo, porque era un trabajo, con nuestro horario y nuestras exigencias pero, como ya he dicho, sin ver una peseta.

Pero llegó un momento más que interesante. Si la "I Semana Lírica" había sido un éxito, ¿por qué no arriesgarse también en el verano?

A pesar de repetir por enésima vez el programa, volvimos a traer una orquesta de Madrid, otros dos solistas diferentes y otro director nuevo. Y he de reconocer que si los solistas de primavera se habían integrado poco en los ensayos y el grupo, a éstos sólo los vimos en el ensayo general y de pasada.

La orquesta que había sido anunciada como Orquesta Sinfónica de Madrid, se quedó en Orquesta de Madrid, ya que la verdadera sinfónica capitalina se había mosqueado y con razón. Sólo esperaba que la verdadera Sinfónica tuviera algo más de seriedad, ya que por mucho que estuviésemos en agosto, no veía lógico que los músicos ensayaran con una nevera bajo la silla llena de litronas vacías, y mucho menos dándole caladas a un cigarro y soltando el humo a través de las trompetas. Todo apuntaba a que iba a ser un concierto movidito.

Llegó el día del concierto. La "III Gala Lírica de Verano". Si en la primera se habían colocado unas 300 sillas, este año habíamos llegado a las 900, pero apenas fueron unas 100 ó 150 personas, ya que por aquella época una entrada a 3.000 pesetas era un pasote. Aún así parecía que se iba a sacar un buen pellizco. Debo recordar y recalcar que sólo el director, la orquesta, los solistas y el director de orquesta veían algo de dinero, ya que los integrantes del coro estábamos ahí "por amor al arte", es más, muchos de nuestros familiares (los no enchufados, por así decir), tenían que pagarse la entrada.

Hacía algo de viento, y el concierto comenzó a retrasarse. Los jardines donde íbamos a cantar presentaban un aspecto bastante desolador, pues no llegábamos ni a una quinta parte de la entrada, y el tiempo tampoco acompañaba. La señora que se había erigido como portavoz o agente del coro, salió a disculparse ante el público varias veces, público que ya comenzaba a mosquearse por un concierto que no comenzaba y que les había costado un riñón.

Por fin salimos al escenario y, tras dos piezas, volvimos a entrar. El viento en aquella localidad costera había traído salitre que había rajado y bajado de afinación los instrumentos, algunos muy caros. Así que la orquesta decidió que no salía más a tocar. Los solistas pensaron que sin orquesta no iban a rebajarse a salir a cantar, y el director resolvió que sin orquesta y solistas no merecía la pena salir a dirigir, eso sí, querían su dinerito, era lógico...

¿Qué pasó? Pues que media hora después, tras varias disculpas de esa señora que yo ni conocía (por lo visto hija de alguien muy conocido en este mundillo), tras intensas discusiones con ese grupo de divos que habían venido con tanta pompa y boato, y tras las lágrimas de algunos integrantes del coro, se decidió que los únicos que no veían un duro, tendrían que salir y dar la cara. Y así se hizo.

Completamente avergonzados por tan bochornoso espectáculo, el coro salió y se situó frente al escenario, lejos de los micrófonos que nos habían jodido tanto, y sin más instrumentación que un diapasón y tuvimos que improvisar unas cuantas piezas para calmar los ánimos que, lógicamente, estaban más que crispados.

Aquella fue la última vez que cantamos en aquel lugar. Volvimos a casa deseando olvidar por completo semejante día, que había sido quizá uno de los peores que había vivido como cantante.

Tras unos días de vacaciones más que merecidas (ya que habíamos dado la cara, qué menos), volvimos a los ensayos con la promesa de éxitos.

Septiembre nos trajo una sorpresa inesperada. Un coro alemán celebraría el año siguiente su 20º aniversario, y nos invitaba a un encuentro coral internacional en Alemania. ¡Por fin un viaje! Pero había muchas cosas que hacer antes de eso, y me quedan muchas cosas que contar antes de relatar aquella hazaña.

Nos habíamos propuesto, como dije al principio, hacer unas misas de Mozart en el mismo sitio donde el año anterior habíamos realizado las misas del mundo.

Ésta vez se escogieron cuatro voces del coro para realizar las misas, aunque sí se trajo una orquesta extranjera, la Volga Art y una directora, creo que catalana. Yo, por supuesto, contaba con el gran problema de ser tenor, y ese puesto era vitalicio para otra persona que no iba a soltarlo alegremente (ni tristemente, simplemente, no lo soltaba ni a tiros).

Fueron unas misas la mar de bonitas, he de reconocer que daba gusto ensayar cosas nuevas y alejarse un poco de la zarzuela que, por aquel entonces, nos tenía a muchos ya hasta las narices. Los solistas (al menos algunos) hicieron un papel más que digno que, en algunos casos, no fue reconocido por quien debía, y sí por quien quiso, lo cual era muy triste.

La revista seguía su curso, se sacaba un número mensual que imprimía en casa y la gente parecía aceptar de buen grado aquella publicación que parecía ser un anuario de nuestra vida coral. Algunas veces me veía desbordado, ya que a pesar de las promesas, algunas personas no hacían artículos, y verse solo para hacer algo, algunas veces es desesperante, por muchas ganas que le pongas.

En cuanto a la sección informática... me pasé medio 31 de diciembre pasando archivos a disquetes de 3 1/2 por el temido "efecto 2000", que al final se quedó en una chufa.

Y por fin llegó el año 2000. La discusión diaria era si habíamos cambiado de milenio o no, pero lo que cambió fue mi vida prácticamente por completo.

domingo, 17 de agosto de 2014

1998 CAMBIO DE TERCIO

El comienzo de 1998 trajo novedades que llenaban de ilusión, queríamos hacer zarzuela, pero también nos habíamos propuesto abordar otros géneros, y es por ello que nos aventuramos con dos locuras.

La primera: realizar un concierto de misas en navidad, pero no unas misas cualquiera, unas compuestas por Ariel Ramírez, una misa luba, una criolla, y una llamada Navidad Nuestra. Como hablo de memoria, no me lo tengan mucho en cuenta, pero creo que una de ellas, la luba, era de otro compositor.

La segunda: Musical Americano, y no uno cualquiera, el musical A CHORUS LINE, toda una hazaña.

Para realizar el musical, se hizo una gran campaña de captación de voces. De los 23 que comenzamos el Teatro Lírico de Huelva (en adelante TLH), llegamos a hacer ese musical unas 50 voces, pero vayamos por partes.

Los ensayos se realizaban martes y jueves, de 21:00 a 23:00, con un descanso a las 21:50 de unos 10 minutos, pero que nunca se cumplía, al fin y al cabo los cigarros solían durar un poco más (yo por aquella época aún no fumaba). Lo normal era llegar a casa cerca de las 0:00, agotado y con un hambre atroz, teniendo que levantarme al día siguiente temprano, ya que había que ir al instituto.

Los martes se solía dar una primera hora de solfeo, para saber qué teníamos entre manos. La otra hora más las del jueves, las usábamos para ensayar las piezas nuevas.

Cierto es que los ensayos empezaban puntualmente a las 21:00, es más, si alguno llegaba a las 21:01, no se le abría la puerta, las normas eran quizá demasiado estrictas en eso, por un lado evitaban el que los que llegaban a las 21:01, terminaran llegando a las 21:15, pero por otro generaba crispación ya que había gente que hacía auténticos esfuerzos por llegar a tiempo, y por un minuto, veían cómo aquel esfuerzo se quedaba en nada.

Las normas lógicas como no fumar durante el ensayo o apagar los móviles sí se respetaban (lo de los móviles a veces no, pero en fin...), pero la exigencia de silencio total y absoluto en los ensayos no permitía la distensión de los ensayos, y eran pocas las ocasiones que teníamos para relajarnos un poco. Aunque he de reconocer que había hecho migas con algunos compañeros y buscábamos la manera de contarnos algún que otro chiste durante el ensayo.

Por otro lado, también se comentaba (en los pasillos) cómo le iba a "los otros", es decir, la asociación que acabábamos de dejar. Algunos hablaban de ellos con nostalgia o con indiferencia, otros sin embargo los... desdeñaban, por así decirlo.

Institucionalmente hablando, me atreví a diseñar el logotipo del coro, el cual me llena de orgullo, aunque se parezciera al que usaba Touluse Lautrec para firmar sus cuadros (detalle que descubrí años después).



El TLH o THL, que se llamó también por la disposición del logo, comenzó sus ensayos de aquel musical americano con muchas ganas y una enorme dosis de moral.

Cantábamos en inglés, y había que bailar... lo bueno era que había muchos personajes principales, creo que 14 ó 15 entre hombres y mujeres, y también se hizo un cover de cada por si alguno en algún momento se ponía enfermo, lo malo es que ninguno de esos 30 me tocó a mí, yo estaba en "segunda línea coral" una especie de "premio de consolación".

Aquellos ensayos nos pusieron las pilas. El director quería perfección por encima de la perfección, y eso significaba que con tres horas semanales no era suficiente, así que comenzamos eliminando el solfeo y las escasas ocasiones en las que dábamos técnica de canto. No sólo teníamos que memorizar las melodías, también se nos tenían que quedar unos textos que, en ocasiones, no tenían ni pies ni cabeza.

Sin embargo, 4 horas no fueron suficientes, y comenzaron a alargarse los ensayos, se empezaba antes, se terminaba más tarde, no había apenas descansos... algunas veces nos pasábamos toda la primera hora repitiendo una y otra vez una sola página de las partituras, los que mandaban no se conformaban con poco.

Pero dos días tampoco se hicieron suficientes, menos cuando comenzamos con la escena. Algunas piezas se cantaban en inglés, pero muchas otras se tradujeron al español, igual que los textos hablados, en ocasiones, nos podíamos pasar unas seis o siete horas ensayando, pero como yo no era solista, la mayoría del tiempo nos lo pasábamos esperando que nos tocara, en silencio, viendo una y otra vez cómo los solistas repetían textos y piezas.

Quizá lo peor no fuera eso, quizá lo peor de todo fue enterarme del motivo que llevó, el día del ensayo general (el día antes del primero de los tres pases que haríamos del musical), el ver al director saltar por las butacas del Gran Teatro de Huelva hasta llegar al escenario y darle un largo y fuerte abrazo. Habíamos recibido por fax el permiso para hacer la obra... 24 horas antes y con meses de intensos ensayos a las espaldas, eso me crispó un poco, ya que habíamos estado trabajando como mulas durante meses, y nadie, ni siquiera los que mandaban, sabían 24 horas antes si íbamos a poder estrenar aquel monstruo.

Pero se hizo. Habíamos contratado sesiones fotográficas, tres cámaras que grabarían las tres representaciones, vestuario propio...

Yo tenía que subir el primero al escenario. Desde el pasillo del patio de butacas tenía que subir con energía tres pequeños escalones y subirme a un escenario vacío que en segundos, debía estar lleno de unas 50 personas en mallas y chándal, pegando brincos como si de ello dependiera nuestra vida. Tenía que salir el primero, y aquel día, el día del primer concierto, en el primer minuto, cuando la música apenas llevaba dos compases, mi pie tuvo que resbalar con aquel maldito escalón. En realidad, creo que nadie notó el resbalón puesto que, raro en mí, no llegué a caer de bruces, pero estuve maldiciendo mi torpeza el resto de actuaciones.

He de reconocer que, a pesar de los ensayos mortales, del resbalón y de la incertidumbre nos quedó una magnífica representación, y las otras dos también fueron apoteósicas.

Para ser justos, se considero que una de las tres representaciones la hicieran los cover de los protagonistas, ya que habían trabajado una barbaridad, fue un bonito gesto, sin embargo, cuando recibimos el vídeo de la actuación año y medio después, nos dimos cuenta que levantaba la mano una chica y, en el plano siguiente, hablaba otra, o uno de los cantantes comenzaba a hablar con una camiseta gris, y en el siguiente plano cantaba con otra burdeos, era algo bastante cutre, muy poco profesional, máxime teniendo en cuenta que tardaron un año y medio en darnos los VHS.

Ya llevaba un año, y las nuevas voces que se habían incorporado para el musical eran ahora "los nuevos", aunque de las 50 personas que hicimos A CHORUS LINE, nos quedamos después con unas 30.

Tras ello, volvimos a los ensayos dos días a la semana, como era normal, y nos centramos en ese concierto denominado "Misas del Mundo", que estrenaríamos en navidad, pero sin perder de vista un concierto que teníamos pensado dar en verano, otra antología de zarzuela.

Fue la II Gala Lírica de Verano y ya se empezaba a dibujar lo que sería el devenir de los siguientes años: Festival de primavera, Festival de verano y Festival de Navidad.

Tras el verano retomamos las partituras navideñas, nos vistieron con unos ponchos y nos dijeron que teníamos que cantar de esa guisa.

Por fortuna, yo ya contaba con una mínima confianza del director, y pude formar parte de un trío de voces masculinas que harían las dos primeras piezas. Empastamos a la primera, y gracias a ese trío forjé una buena amistad con mis otros dos compañeros.

También fueron ensayos duros y complicados, pero mereció la pena, era mi primer pseudo-solo, y no iba a dejar escapar la oportunidad de demostrar mi valía.

Poco o nada hacía presagiar que aquel concierto tendría su momento álgido en la segunda pieza, cuando coro y solistas perdieron el tono y terminamos cada uno por nuestro lado... es algo que puedo demostrar en el siguiente enlace descargable a través de Mega, el vídeo del concierto, aviso, son algo más de 3Gb, pero es lo que hay, el reproductor de vídeo no estaba en muy buenas condiciones, quizá por eso está en blanco y negro y, por eso, después de pasar el VHS al ordenador, el vídeo se comió la cinta.

https://mega.co.nz/#!OU5wlIxa!DYNHCrOZVMX0b_L7jb9HKkgB1NUr2yGTzQz4OvMDhQE

¿Qué hacer al año siguiente? No podía ser de otra manera, formalizar las temporadas, nuestros primeros contactos con las altas alcurnias de la música, aunque con dispar resultado. Una Antología de zarzuela en primavera, otra en verano y unas misas de Mozart en navidad.

domingo, 10 de agosto de 2014

1997 EL COMIENZO

Como si de una película se tratara, esta historia comienza en 1997, concretamente cuando finalizaba Mayo.

Por motivos que no vienen al caso, tenía cierta fama en los círculos en los que me movía, de cantar, y cantar bien, es por ello que me presenté a unas pruebas que se estaban haciendo para entrar a formar parte de la Asociación Coro Lírico de Huelva (ACOLIHU), que por entonces tenía unos dos años de vida.

¿Por qué meterme en ese berenjenal? Porque me gustaba viajar y ver mundo, y pensaba que formando parte de un coro, viajaría mucho. Fue un error teniendo en cuenta los años venideros, pero los que cantan y leen esto, o los que tocan un instrumento, los que dirigen orquestas o los actores, saben que subirse al escenario y hacer lo que sabes, es quizá uno de los estímulos más mágicos que se pueden tener. Y eso compensaba el que no fuera a viajar tanto como creía.

Las pruebas las pasé, y por fin el día 2 de Junio fui al primer ensayo para mí. De pronto me encontré rodeado de unas 30 ó 40 personas a las que no conocía de nada, y que me miraban con cara de "el nuevo". Seamos sinceros, siempre miramos así a los que entran nuevos, y no es que sea nada malo, es que a veces da pereza enseñar a los nuevos cómo moverse por un lugar... pues eso... nuevo.

La verdad es que me acogieron muy bien, y a pesar de que sólo conocía a tres personas, el resto me recibieron con los brazos abiertos. El día 30 de Mayo de 1997 fui a ver el ensayo general de un concierto que iban a hacer apenas dos o tres días después, se trataba de la zarzuela "Bohemios" en versión concierto. He de reconocer que me gustó.

Me entregaron mi primera partitura "El Brindis" de Marina. "¿Sabes solfeo?" Me preguntó uno de mis nuevos compañeros. "No", contesté yo. Debía notarse bastante, porque había cogido las partituras al revés, aunque en aquel entonces, el que estuvieran al derecho no aclaraba mucho las cosas, sólo veía rayas y manchas y unas palabras escritas de forma muy rara.

Me dijeron que lo que ensayábamos, era para hacer una antología, que consistía en varias piezas de zarzuela (en este caso), con las que compondríamos un concierto.

Vi a la gente que cantaba de solista, me parecía gente de otro mundo, más altas incluso (no era raro ya que yo ya de por sí soy bajito), me parecían completamente fuera de mi alcance, no sabía qué decir, qué hacer. Daba la impresión de que esa gente que cantaban solos delante de la gente, ni siquiera llegaban a tocar el suelo cuando caminaban. Era fascinante.

Tras un par de meses, asistí a un nuevo concierto, como público de nuevo, donde vi que habían cogido a un grupo de gente del coro, extraoficialmente los que mejor cantaban, oficialmente los que tenían disponibilidad, y hacían muchas piezas que yo ya me sabía después de varios ensayos. En esos momentos soñaba con estar ahí arriba.

Poco después de aquel concierto veraniego en agosto del 97, vi que ese mundo, a veces, era muy desagradable. Asistí a una asamblea de las que hacía la asociación, y ahí todos esgrimían sus argumentos, algunos con más acierto, y otros con más labia, de pronto me parecía haber entrado en un conflicto armado más que en un coro. Eran esos problemas internos que necesitaban pulirse, aunque con 15 años y nula experiencia de la vida, me parecía que en cualquier momento se iban a liar a tortas.

A esa reunión le siguieron otras. "Madre mía", pensaba. "Aún no he pisado un escenario y ya me estoy comiendo la tramoya".

A esas reuniones, le siguió una llamada telefónica en la que la persona que me había metido en ese grupo, me "invitaba" a marcharme con él a otro que fundaría en las siguientes semanas. No sé porqué tomé la decisión que tomé, y no sé si tomar otra habría hecho mi carrera mejor o peor, y la verdad, ya no hay modo de averiguarlo, ni siquiera sé si tomé la decisión acertada, pero al menos tomé una, y por respeto a la persona que me había metido en este tinglado, acepté marcharme a lo que luego se llamó Teatro Lírico de Huelva, Coro Teatro Lírico de Huelva y finalmente Asociación Musical Teatro Lírico de Huelva.

Y comenzamos con mi debut. Fue en Octubre de 1997 y fue en Isla Cristina, Huelva.


Traje negro, pajarita burdeos y colorete. Ese día tenía menos sangre en la cara que Drácula con abstinencia. Sin embargo, aquel concierto me pareció mágico e irrepetible. Pasé calor pero también me lo pasé pipa.


Había debutado, creo que aún tengo el cartel de aquel concierto, pero tendría que buscarlo, la verdad es que tengo la mayoría de los carteles de los conciertos que canté en Huelva, pero los tengo enrollados y guardados, quizá algún día me decida a fotografiarlos y publicarlos aquí.

Y con ese concierto y nuevos ensayos en un nuevo lugar, pero con una política prácticamente igual, terminó 1997, 1998 se presentaba expectante, pero eso será la semana que viene.


domingo, 3 de agosto de 2014

BIENVENIDA

Sean todos bienvenidos a mi blog sobre mi vida como cantante.

Obviamente, comienzo este blog en Agosto de 2014, cuando se cumplen 17 años y dos meses del comienzo de mi andadura musical, un poco tarde, pero en las primeras entradas iré poniendo un resumen de todo lo que ha acontecido en estos últimos 17 años. Más adelante, cuando lleguemos al presente, ya iré hablando sobre mi vida diaria, reduciéndolo a la materia de cantante.

Por supuesto, de lo que voy a hablar aquí es mucho más que anunciar mis conciertos, publicar fotos y vídeos y hacer autobombo de mi carrera, que al fin y al cabo también. De lo que voy a hablar es de lo difícil que es algunas veces estar en este mundo, de lo fácil que es otras veces, de lo que hay que aguantar, o de lo que hay que morderse la lengua.

Voy a intentar poner un post semanal, sobre todo cuando toque época de conciertos, pero tened en cuenta que a veces estaré más preocupado de prepararme para ello que de publicar aquí, que será en mis escasos ratos libres, es por ello que quizá a veces me pase un mes sin publicar, o dos, o los que sean, hay una vida más allá de las redes y alejada de las pantallas de ordenador, además, los que me conocen saben que hago otras muchas (quizá demasiadas) cosas aparte de cantar.

Así que adelante, ¡Maestro! ¡Cuando quiera!