El año 2005 comenzó con ensayos a caballo entre Huelva y Sevilla. El proyecto de Jesucristo Superstar se había diluido en el tiempo hasta desaparecer por completo, y el de El Dúo de la Africana tenía visos de ir mejor.
Los ensayos de escena se sucedían, tenía que ensayar en Huelva los otros conciertos que teníamos, La Dolorosa, Los Gavilanes, el propio Dúo de la Africana, las antologías... pero los fines de semana debía viajar a Sevilla y ensayar como solista.
Poco a poco fue pasando el tiempo, los días, las semanas, los meses... tenía mi trabajo fuera de la música, conseguido a finales de 2004, apenas tenía tiempo para descansar, pero iba encontrando los huecos.
Por desgracia, tuvimos que cambiar en un par de ocasiones de director de escena y eso retrasó bastante el trabajo. Los días iban pasando y la fecha de concierto se iba retrasando continuamente.
Por otra parte, mi presencia en el Teatro Lírico comenzaba a ser más que nada simbólica. Un coro se había fusionado al nuestro el año anterior, ya que ambos teníamos escasez de voces y ambos ensayábamos cerca.
Pese a mi reticencia inicial, todo pareció encajar poco a poco, los nuevos integrantes parecían algo perdidos dentro de la Asociación, pero era lo más normal cuando alguien nuevo llega a un lugar nuevo. Lo tenían un poco más fácil en tanto en cuanto no llegaron solos, si no más bien acompañados de otras 15 persona más o menos. Poco a poco nos fuimos haciendo con los nombres de cada uno, la forma de ser de cada nuevo compañero, aún a día de hoy considero que había cierta pequeña barrera que jamás llegué a superar.
En Huelva hicimos "La Leyenda del Beso" una maravillosa obra donde tuve el privilegio de trabajar con uno de los mejores directores de escena de todos los tiempos, Luís Villarejo. Un hombre mayor pero muy afable y con las ideas muy claras. Nos dio las indicaciones de manera magistral y la verdad es que siempre recordaré aquella zaruela con mucho cariño.
Un día, tuve una extraña conversación con uno de los integrantes de la nueva Junta Directiva, me dijo que en los años que llevaba en esa asociación, no había pagado la cuota mensual correspondiente y querían mi número de cuenta para cobrarlo... ¿De verdad? Durante ocho años había trabajado como socio fundador de aquel cortijo y me había dejado los cuernos en ese grupo sin cobrar un duro, es más, pagando a veces dinero, y ahora me estaban reclamando no sé cuántos euros por cuotas mensuales... yo había trabajado ahí casi más que nadie, y no estaba dispuesto a poner un duro. Dando largas conseguí que se aburrieran de reclamarme el dinero, sobre todo teniendo en cuenta que le habían perdonado a la anterior administración las explicaciones por un agujero que había en las cuentas. Yo había ido para allá a cantar, y bastante había con que no había registrado el logotipo del coro (de mi autoría cabe recordar) para que no tuviera la asociación problemas con los derechos, me lo podía cobrar perfectamente de ahí.
Mi trabajo en ese coro se convirtió en monotonía pura y dura, sólo me sentía de nuevo vivo en la música cuando iba a Sevilla a ensayar. Eran muchas horas y a veces deprimentes, puesto que los cambios de director eran continuos, pero al menos me sentía querido y respetado.
2006 fue un año realmente agridulce para mí.
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