El 2015 comenzaba frío pero con ganas de trabajar. Me había propuesto trabajar cada día en las piezas que tenía para el verano. Resultaba bastante aburrido estudiar piezas nuevas, pero según iban quedando terminadas parecía que todo iba a mejor.
Ensayar La Traviata para el verano era la prioridad. A primeros de Enero ya tenía casi visto para sentencia el primer acto, exceptuando alguna página donde intervenía sólo en dos palabras, lo cual me resultaba lo más complicado teniendo en cuenta que había que estar muy atento para poder hacerlo bien. Aprendía de la forma en que podríamos llamar "A fuerza", es decir, a base de repetición, repetición y repetición, un método tedioso pero que daba buenos resultados. Pero sobre todo, mi objetivo era mantener la voz en un estado óptimo para poder afrontar los conciertos con cierta tranquilidad.
A principios de Enero me llegó la fantástica noticia de que tenía dos conciertos para final de mes, algo estupendo porque sanearía mi maltrecha economía. Si eso lo podía hacer cada mes, podría mantenerme sin apenas esfuerzo.
El día antes de partir para Sevilla, recibí la llamada de Vicente comentando que había un concierto más. Genial, además ese se pagaba sobre la marcha. Una selección de Carmina Burana para un acto en una universidad de Sevilla.
Al llegar a Sevilla, había quedado directamente con Vicente para ensayar y poner un poco al día lo que había trabajado y, mientras esperaba, me llegó otra fantástica noticia. En Mayo podía reservar un fin de semana para cantar las comuniones que en los dos últimos años tan bien me habían venido.
El ensayo fue bastante intenso. Canté de memoria todo lo que me sabía de La Traviata y miré por encima el resto, es decir, me canté la obra entera. Si eso no era suficiente, también canté un par de cosillas de L'Elisir D'Amore, una ópera que llevaba años queriendo cantar.
En lo referente al canto, hay tres cosas de tres géneros que siempre he querido hacer, mis objetivos, ya alguno lo he mencionado en anteriores post. Uno, el de la ópera, es L'Elisir D'amore porque va perfecto para mi voz. El segundo es La Tabernera del Puerto en Zarzuela porque adoro esa obra y Sorozábal era un genio. El tercero, en lo que se refiere a Musical Americano, pues Jesucristo Superstar, es obvio.
Uno de los tres se iba a convertir en realidad, y eso suponía un compromiso.
Al día siguiente tocó empollarme el mapa para poder llegar al lugar donde debía cantar esa selección de Carmina. Me costó casi una hora desde que salí de casa hasta que llegué a la sala de conferencias. No era complicado si ya habías estado antes, pero eso de ir de primeras, siempre cuesta. Como siempre, no respiré tranquilo hasta comprobar que había llegado al lugar adecuado.
Fue uno de esos eventos raros que te tocan hacer. Cantar dos o tres piezas, descansar un rato, cantar otras dos o tres y listo. Ya está hecho el concierto, luego a cobrar y a casa. Bueno, mejor dicho a cobrar y a ponerte ciego de cerveza y algo de comer, que es lo que siempre toca.
Pero eso no era todo. Si el día 29 había tenido que cantar esa selección, el día 30 tocaba cantarla completa. Un nuevo teatro con unas 160 butacas de aforo.
Durante el concierto, me pasó lo de siempre. Me aburría una barbaridad cantando Carmina Burana. Y los puristas pondrán el grito en el cielo pensando en cómo me puedo aburrir con esa obra. Pues mire usted, después de 5 años y casi 60 Carmina... estar una hora de pie cantando cansa hasta al más pintado.
Afortunadamente no se hizo largo (aunque tampoco corto). También es cierto que haber ido horas antes a la inauguración de un bar donde todo era gratis y había chicas muy simpáticas que se encargaban de que tu copa de manzanilla estuviera siempre llena... la verdad es que ayudó a que aquel concierto se hiciera más llevadero.
Un día de descanso más y luego el Homenaje a Verdi. Ese concierto donde me podía lucir a gusto, cantando Questa o Quella o Par mi, para recordar el verano, cantando el Miserere de Il Trovatore y terminando como siempre, a modo íntimo sentado con la soprano en el borde del escenario cantando Santa Lucía.
Sabía que a pesar del buen aforo, lo que me tocaría cobrar no sería demasiado y tenía que esperar a cobrarlo, pero al menos había cantado y me había llevado la buena noticia de las comuniones. 2015 había empezado bien, como los últimos, sin conciertos gratuitos, y eso siempre es un aliciente.
Al volver a Huelva, tocaba volver a ponerse las pilas con La Traviata. Decidí dejar para el final el final (valga la redundancia) del segundo acto, que me parecía a priori el número más complicado de todos, así que me propuse para las tres semanas siguientes memorizar parte del segundo acto (ya tenía el primer número en el coco) y parte del tercero (al menos el Parigio caro), que era el más cortito. Es decir, Parigio Caro y Mi Chiamaste, dos piezas interesantes que debía encajar para tener casi todo listo.
Afortunadamente, al menos dos piezas de L'Elisir D'Amore no tenía que memorizarlas, Una furtiva Lágrima, que llevaba 10 años cantando repetidamente, y Quánto è Bella que también la tenía más que ensayada. Un dúo con un barítono y otro con la soprano no me los sabía al dedillo, pero tenía mucho trabajo adelantado.
Durante unos instantes, uno de los días mientras ensayaba el papel del Alfredo, pensé que jamás seria capaz de memorizar tanto texto, pero luego pensé que otros lo habían hecho, y de varias óperas, y sin ser su trabajo muchas veces, así que tomé la máxima que había guiado mi vida durante muchos años: "Si un ser humano puede hacer algo, los demás también". Además, era mi trabajo.
Ya bien entrada la primavera tenía prácticamente todo el trabajo hecho. La traviata estaba memorizada a falta de un par de frases del final, aunque L'Elisir lo llevaba un poco más atrasado.
No era por falta de trabajo, era más bien que me costaba mucho memorizar las piezas y que tenía que aprenderlas prácticamente de oído.
Llegaron los primeros ensayos en Sevilla en los que íbamos a ver escena. En esos cinco días vimos perfectamente la escena de la Traviata, lo cual era todo un logro, ya que con cuatro personas nos podíamos poner de acuerdo sin problemas.
En cuanto a L'Elisir, el dúo de Dulcamara y Nemorino salió escénicamente a la primera, sin duda era fruto de tener las cosas claras. He de reconocer que terminaba agotado, quizá debíamos correr menos por el escenario.
La gran noticia de esos días, era que nos habían cedido un día en el Casino del Teatro Lope de Vega en Sevilla para hacer un homenaje a Verdi el día de la música, lo cual significaba un salto de calidad muy importante. Tener la oportunidad de meter cuello en aquel lugar podía suponer un antes y un después en mi carrera como cantante.
Entretanto llegaron en Mayo aquellas comuniones por las que me habían llamado. Unas comuniones raras ya que nos faltaba uno de los compañeros fallecido el año anterior, la verdad es que me costaba hacerme a la idea de que ya no estuviera ahí contando chistes u organizando todo el cotarro, pero de algún modo sabíamos que estaba.
El ambiente era tan bueno en esa compañía, que casi deseaba hacer eso todos los días. Tan relajado que en la última pieza de la penúltima comunión me entró la risa tonta y tuve que esconder mi cara en las partituras para poder concentrarme y cantar como es debido, que estaba cantando, pero temía soltar la carcajada. Son esas cosas que pasan.
Pero al día siguiente, tocaba de nuevo ponerse con las partituras, se esperaba cierto nivel por mi parte y tenía que cumplirlo y superarlo.
Aprender las piezas seguía siendo un trabajo arduo y poco gratificante, pero afortunadamente todo iba encajando poco a poco.
El día 23 de Mayo se e ofreció un pequeño concierto en una sala. El concierto no fue bueno, pero me sirvió para demostrar que un programa mal encajado y una planificación mal hecha pueden dar al traste por completo con un concierto.
Es más recomendable hace 7 piezas cortas que 2 largas, y también hacer un descanso de, al menos, 10 minutos, porque aunque sea una hora de concierto, los cantantes (y la pianista) necesitamos descansar. Un programa realizado con inteligencia puede ser la diferencia entre el éxito y el fracaso.
Al día siguiente, aún con la resaca del concierto, fuimos a ensayar al Casino, donde la acústica era perfecta y pudimos ver todo el programa que teníamos pendiente. Como era un lugar de exposición, había turistas paseando por la zona que se quedaban a ver cómo ensayábamos y aplaudían después de cada pieza, una especie de mini-concierto/ensayo con público, que nos sirvió para encajar todo.
La vuelta a casa al día siguiente suponía volver a coger las partituras y terminar de rematar L'Elisir, además de recordar un poco algunas letras de la Traviata, porque después de unos días sin mirarlo, algunas letras comenzaban a bailar.
En el siguiente post hablaré de Junio y el resto del verano, que creo que me estoy alargando demasiado. Así que hasta Noviembre o por ahí, no habrá nada nuevo.
Ensayar La Traviata para el verano era la prioridad. A primeros de Enero ya tenía casi visto para sentencia el primer acto, exceptuando alguna página donde intervenía sólo en dos palabras, lo cual me resultaba lo más complicado teniendo en cuenta que había que estar muy atento para poder hacerlo bien. Aprendía de la forma en que podríamos llamar "A fuerza", es decir, a base de repetición, repetición y repetición, un método tedioso pero que daba buenos resultados. Pero sobre todo, mi objetivo era mantener la voz en un estado óptimo para poder afrontar los conciertos con cierta tranquilidad.
A principios de Enero me llegó la fantástica noticia de que tenía dos conciertos para final de mes, algo estupendo porque sanearía mi maltrecha economía. Si eso lo podía hacer cada mes, podría mantenerme sin apenas esfuerzo.
El día antes de partir para Sevilla, recibí la llamada de Vicente comentando que había un concierto más. Genial, además ese se pagaba sobre la marcha. Una selección de Carmina Burana para un acto en una universidad de Sevilla.
Al llegar a Sevilla, había quedado directamente con Vicente para ensayar y poner un poco al día lo que había trabajado y, mientras esperaba, me llegó otra fantástica noticia. En Mayo podía reservar un fin de semana para cantar las comuniones que en los dos últimos años tan bien me habían venido.
El ensayo fue bastante intenso. Canté de memoria todo lo que me sabía de La Traviata y miré por encima el resto, es decir, me canté la obra entera. Si eso no era suficiente, también canté un par de cosillas de L'Elisir D'Amore, una ópera que llevaba años queriendo cantar.
En lo referente al canto, hay tres cosas de tres géneros que siempre he querido hacer, mis objetivos, ya alguno lo he mencionado en anteriores post. Uno, el de la ópera, es L'Elisir D'amore porque va perfecto para mi voz. El segundo es La Tabernera del Puerto en Zarzuela porque adoro esa obra y Sorozábal era un genio. El tercero, en lo que se refiere a Musical Americano, pues Jesucristo Superstar, es obvio.
Uno de los tres se iba a convertir en realidad, y eso suponía un compromiso.
Al día siguiente tocó empollarme el mapa para poder llegar al lugar donde debía cantar esa selección de Carmina. Me costó casi una hora desde que salí de casa hasta que llegué a la sala de conferencias. No era complicado si ya habías estado antes, pero eso de ir de primeras, siempre cuesta. Como siempre, no respiré tranquilo hasta comprobar que había llegado al lugar adecuado.
Fue uno de esos eventos raros que te tocan hacer. Cantar dos o tres piezas, descansar un rato, cantar otras dos o tres y listo. Ya está hecho el concierto, luego a cobrar y a casa. Bueno, mejor dicho a cobrar y a ponerte ciego de cerveza y algo de comer, que es lo que siempre toca.
Pero eso no era todo. Si el día 29 había tenido que cantar esa selección, el día 30 tocaba cantarla completa. Un nuevo teatro con unas 160 butacas de aforo.
Durante el concierto, me pasó lo de siempre. Me aburría una barbaridad cantando Carmina Burana. Y los puristas pondrán el grito en el cielo pensando en cómo me puedo aburrir con esa obra. Pues mire usted, después de 5 años y casi 60 Carmina... estar una hora de pie cantando cansa hasta al más pintado.
Afortunadamente no se hizo largo (aunque tampoco corto). También es cierto que haber ido horas antes a la inauguración de un bar donde todo era gratis y había chicas muy simpáticas que se encargaban de que tu copa de manzanilla estuviera siempre llena... la verdad es que ayudó a que aquel concierto se hiciera más llevadero.
Un día de descanso más y luego el Homenaje a Verdi. Ese concierto donde me podía lucir a gusto, cantando Questa o Quella o Par mi, para recordar el verano, cantando el Miserere de Il Trovatore y terminando como siempre, a modo íntimo sentado con la soprano en el borde del escenario cantando Santa Lucía.
Sabía que a pesar del buen aforo, lo que me tocaría cobrar no sería demasiado y tenía que esperar a cobrarlo, pero al menos había cantado y me había llevado la buena noticia de las comuniones. 2015 había empezado bien, como los últimos, sin conciertos gratuitos, y eso siempre es un aliciente.
Al volver a Huelva, tocaba volver a ponerse las pilas con La Traviata. Decidí dejar para el final el final (valga la redundancia) del segundo acto, que me parecía a priori el número más complicado de todos, así que me propuse para las tres semanas siguientes memorizar parte del segundo acto (ya tenía el primer número en el coco) y parte del tercero (al menos el Parigio caro), que era el más cortito. Es decir, Parigio Caro y Mi Chiamaste, dos piezas interesantes que debía encajar para tener casi todo listo.
Afortunadamente, al menos dos piezas de L'Elisir D'Amore no tenía que memorizarlas, Una furtiva Lágrima, que llevaba 10 años cantando repetidamente, y Quánto è Bella que también la tenía más que ensayada. Un dúo con un barítono y otro con la soprano no me los sabía al dedillo, pero tenía mucho trabajo adelantado.
Durante unos instantes, uno de los días mientras ensayaba el papel del Alfredo, pensé que jamás seria capaz de memorizar tanto texto, pero luego pensé que otros lo habían hecho, y de varias óperas, y sin ser su trabajo muchas veces, así que tomé la máxima que había guiado mi vida durante muchos años: "Si un ser humano puede hacer algo, los demás también". Además, era mi trabajo.
Ya bien entrada la primavera tenía prácticamente todo el trabajo hecho. La traviata estaba memorizada a falta de un par de frases del final, aunque L'Elisir lo llevaba un poco más atrasado.
No era por falta de trabajo, era más bien que me costaba mucho memorizar las piezas y que tenía que aprenderlas prácticamente de oído.
Llegaron los primeros ensayos en Sevilla en los que íbamos a ver escena. En esos cinco días vimos perfectamente la escena de la Traviata, lo cual era todo un logro, ya que con cuatro personas nos podíamos poner de acuerdo sin problemas.
En cuanto a L'Elisir, el dúo de Dulcamara y Nemorino salió escénicamente a la primera, sin duda era fruto de tener las cosas claras. He de reconocer que terminaba agotado, quizá debíamos correr menos por el escenario.
La gran noticia de esos días, era que nos habían cedido un día en el Casino del Teatro Lope de Vega en Sevilla para hacer un homenaje a Verdi el día de la música, lo cual significaba un salto de calidad muy importante. Tener la oportunidad de meter cuello en aquel lugar podía suponer un antes y un después en mi carrera como cantante.
Entretanto llegaron en Mayo aquellas comuniones por las que me habían llamado. Unas comuniones raras ya que nos faltaba uno de los compañeros fallecido el año anterior, la verdad es que me costaba hacerme a la idea de que ya no estuviera ahí contando chistes u organizando todo el cotarro, pero de algún modo sabíamos que estaba.
El ambiente era tan bueno en esa compañía, que casi deseaba hacer eso todos los días. Tan relajado que en la última pieza de la penúltima comunión me entró la risa tonta y tuve que esconder mi cara en las partituras para poder concentrarme y cantar como es debido, que estaba cantando, pero temía soltar la carcajada. Son esas cosas que pasan.
Pero al día siguiente, tocaba de nuevo ponerse con las partituras, se esperaba cierto nivel por mi parte y tenía que cumplirlo y superarlo.
Aprender las piezas seguía siendo un trabajo arduo y poco gratificante, pero afortunadamente todo iba encajando poco a poco.
El día 23 de Mayo se e ofreció un pequeño concierto en una sala. El concierto no fue bueno, pero me sirvió para demostrar que un programa mal encajado y una planificación mal hecha pueden dar al traste por completo con un concierto.
Es más recomendable hace 7 piezas cortas que 2 largas, y también hacer un descanso de, al menos, 10 minutos, porque aunque sea una hora de concierto, los cantantes (y la pianista) necesitamos descansar. Un programa realizado con inteligencia puede ser la diferencia entre el éxito y el fracaso.
Al día siguiente, aún con la resaca del concierto, fuimos a ensayar al Casino, donde la acústica era perfecta y pudimos ver todo el programa que teníamos pendiente. Como era un lugar de exposición, había turistas paseando por la zona que se quedaban a ver cómo ensayábamos y aplaudían después de cada pieza, una especie de mini-concierto/ensayo con público, que nos sirvió para encajar todo.
La vuelta a casa al día siguiente suponía volver a coger las partituras y terminar de rematar L'Elisir, además de recordar un poco algunas letras de la Traviata, porque después de unos días sin mirarlo, algunas letras comenzaban a bailar.
En el siguiente post hablaré de Junio y el resto del verano, que creo que me estoy alargando demasiado. Así que hasta Noviembre o por ahí, no habrá nada nuevo.