Por fin había llegado 2014, un año más con el coro de Sevilla, de nuevo tenía en vistas muchos conciertos... y muchas dificultades.
Los primeros meses del año no tuvieron demasiada repercusión, me dieron los nombres de los conciertos que debía hacer y me quedé impresionado. Yo debía cantar La Dolorosa igual que el año anterior, ya que había causado una gran impresión, debía preparar Los Claveles, otra obra que conocía, debía seguir con Carmina Burana y con los recitales, pero además de eso, tenía que hacer Rigoletto. Toda una señora ópera.
No era la obra completa, pero sí las piezas más llamativas: La Donna è Mobile, Questa o Quella, Par Mi y el cuarteto Bella Figlia.
Aparte de todo eso, me tocaba hacer de Vespone en La Serva Padrona. Un papel que ni cantaba ni hablaba, sólo gesticulaba, pero que tenía gran importancia en la obra.
Además, tuve la suerte de que me volvieron a llamar de la camerata de Huelva para una sustitución puntual. Había que sustituir a un tenor para las comuniones y me alegré mucho de que me llamaran. Canté encantado y me lo pasé muy bien. Ya llevaba años disfrutando de la música, pero no sabía lo que se me venía encima.
Me ofrecieron en Febrero cantar un par de recitales en el teatro Quintero en Sevilla, me vendría bien para recordar piezas y poder trabajar de nuevo cantando, no sabía que iba a ser un día de esos.
Una mala tarde la tiene cualquiera, y mi hábito de fumar, mis meses en casa sin cantar, mi falta de técnica y mi negativa a vocalizar me pasaron factura. Durante el concierto solté algún que otro gallo, se me cerró la garganta, me raspaba y apenas tenía fuerza en los agudos, había perdido por completo el brillo.
No estaba para nada orgulloso de lo que había hecho. Tenía una gran cantidad de conciertos ese año, 23 programados para verano y no podía dejar que mi voz fallara de esa manera, pero lo achaqué a que habían echado un producto para los bichos o algo parecido y me había afectado a la garganta. Por suerte o por desgracia, se canceló el siguiente concierto por la lluvia que caía, era obvio pues la gente no salía de casa lloviendo, y no íbamos a tener más público que los acomodadores.
Convine con Vicente acercarme a Sevilla a primeros de Julio para ir cada mañana a nuestro local de ensayo para trabajar la voz y evitar que me ocurriera de nuevo. A mediados de ese mismo mes comenzaríamos los conciertos y tenía que estar en condiciones. Comenzamos, como no, con un Carmina Burana en Jimena de la Frontera, un concierto que salió bastante bien, pero yo ya estaba obsesionado con aquel concierto que había dado en Febrero, estaba completamente bloqueado y no comprendía cómo me había podido salir un concierto tan deplorable.
Cuando por fin pude ir a ensayar los conciertos que teníamos ese verano, mi obsesión iba en aumento, tenía que dosificarme, no podía cantar mucho cada día porque terminaba con la garganta destrozada, y el cantar un fuerte cuarteto como el Bella Figlia cuatro o cinco veces por día, me dejaba completamente destrozado.
Al final, después del primer concierto, mis peores temores se confirmaron, mi voz había mejorado, pero no lo suficiente y mi garganta seguía raspando, mis agudos seguían estando opacos, no tenía fuerzas después de dos o tres piezas. Tras comentar mis preocupaciones, me dijeron que con 32 años es normal que comience a necesitar técnica, ya que hasta entonces había tirado de naturaleza, mi voz natural y timbrada ya de por sí, necesitaba volver a vocalizar. En el concierto del día siguiente, tomé dos decisiones, la primera, no fumar aquel día hasta después del concierto, la segunda, vocalizar unos minutos antes de cantar.
El tema del tabaco no me preocupó, podía tirarme semanas o meses sin fumar en pipa que no tenía la necesidad que otros tienen por fumar, y la vocalización y ejercicios de respiración que me indicaron antes del concierto, hicieron que cantara mucho más relajado.
Mis problemas vocales no habían desaparecido, pero al menos no soltaba gallos, no me raspaba la garganta, era cuestión de habituarse a hacer lo mismo siempre.
Por otra parte, 2014 fue el año de la publicidad, salimos casi a diario en el periódico ABC, y también tuve mi momento en El País y en El Mundo, además de salir nuestros conciertos en Canal Sur y en RNE, parece una tontería, pero esa publicidad nos garantizó un lleno casi absoluto en todos los conciertos, un gran verano.
También nos hicieron reportajes fotográficos para el periódico:
Según iban pasando los conciertos y los ensayos, mi voz se iba encontrando cada vez mejor, hubo conciertos en los que disfruté una barbaridad:
http://youtu.be/vn32h9K7qIk
http://youtu.be/t7UDggkoJ3I
http://youtu.be/H21RSHjcZ2c
http://youtu.be/9vqrioymTB4
Ya a finales de Agosto, concretamente el día 30, debuté en otro aspecto de la música en el que era virgen hasta entonces, durante el Carmina Burana, no sólo canté de coro y solista, si no que tuve que dirigir un par de piezas. He de reconocer que me hacía mucha ilusión dirigir, quería probar lo complicado que es, y sólo pude, con esa experiencia, admirar más aún la labor de un director.
Luego llegaron casi 20 días de vacaciones antes de los últimos conciertos. A los responsables de los espacios, les había gustado tanto nuestras actuaciones que decidieron obsequiarnos con unos cuantos días más para poder representar lo que quisiéramos. Eran suficientes días como para hacer todo lo que ya habíamos hecho.
Al volver al trabajo, el día que fuimos a ensayar y probar las voces, me di cuenta de que 20 días sin cantar eran demasiados, mi voz se había resentido un poco. Afortunadamente pude recuperar la voz en el siguiente concierto con el homenaje a Verdi y luego con el recital de ópera. El problema era el lugar, y no porque fuera más bonito o más feo, si no porque estábamos a finales de Septiembre cantando a cielo descubierto, la amenaza de lluvia no sólo condicionaba que hiciéramos los conciertos, además, condicionaba que la gente viniera a ellos.
Es por ello que llegaban los días de concierto con la mirada puesta en el cielo, aunque el día 26, cuando hicimos el segundo concierto, la lluvia nos respetó, el rosario de actividades que había en Sevilla aquel día también nos respeto y, contra todo pronóstico, llenamos las butacas. El público pudo disfrutar de una de esas noches de inspiración que tengo, donde canté realmente cómodo. Había cantado muchas piezas de Rigoletto y algún que otro dúo, pero podía haber cantado todo el repertorio que tuviera en la memoria, que mi voz no se resentiría.
Mientras tanto, tenía el ojo puesto en ampliar mi número de actuaciones colaborando en los oficios que se agolpaban en Sevilla. Quizá no reportara tanto beneficio como otros conciertos, pero me ayudaban a sobrellevar cada mes.
Sin embargo, para poder llevar a cabo esas intervenciones, antes tendría que ensayar. Quedé un domingo, con la particularidad de que tenía que asistir el día antes a un evento social. Obviamente, tuve que abstenerme de trasnochar más de lo suscinto, aunque la lluvia trastocó los planes de todo el mundo. Era un ejemplo más que evidente: Los cantantes, los músicos en general, tenemos que rechazar ofertas de ocio demasiado a menudo, con tal de conseguir trabajo o mantener el que tenemos.
A pesar de acostarme relativamente temprano, me levanté con el cuerpo hecho polvo, y sin embargo tuve que ensayar, recordar de memoria piezas, ver a primera vista otras... es lo que tiene la vida de cantante.
No sabía si realmente aquel año terminaría cantando algún oficio, pero como en todo, el trabajo ya estaba hecho, y sólo era cuestión de tiempo recoger los beneficios de éste.
El último concierto que di en el Palacio de La Algaba, lo recordaré como ese concierto que di en off. Fue un Rigoletto, pero no es que no cantara, es que canté con el piloto automático, seguro de saber las piezas y de tenerlas más que trabajadas, como aquel que ficha cada mañana en la oficina. Hubo un momento en el que salía a cantar porque sonaba la introducción de mi pieza, no porque supiera que en ese momento me tocaba cantar.
Pero también recordaré ese concierto porque cuando estaba cantando el "Par mi", al coger aire una mota de polvo se me incrustó en la garganta. De pronto se me cerró hasta el ombligo. Las últimas palabras de una frase tuve que susurrarlas, la desconcentración fue tan acusada que hasta solté un pequeño gallo. Me dijeron que no se notó, pero a mí no me engañan con milongas, se tuvo que notar por cojones, pero yo estaba tranquilo porque no había sido culpa de no haber trabajado lo suficiente, si no de una mota de polvo que puede dar muchos más problemas de los que parece.
La verdad es que aquel concierto lo hice muy cómodo. Sin apenas esfuerzo llegué en perfectas condiciones al final del concierto. Físicamente para el arrastre, pero vocalmente como para cantar otros tres Rigoletto. ¿Sabéis esa sensación (los cantantes) de mareo algunas veces cuando se canta? Me dijeron una vez que era señal de que se estaba cantando bien, porque la recepción y uso del aire eran las adecuadas. No sé si será verdad, pero tuve esa sensación durante varios conciertos.
El problema venía ahora con los tres conciertos que me quedaban. Pecatta minutta para mí, un recital de zarzuela, una Serva Padrona y un Carmina Burana, lo malo era que justo los dos primeros conciertos, según el tiempo, iba a caer la monumental, a mí que me hacía falta la pasta, no podía permitirme perder dos conciertos. No era porque al llover no se pudiera cantar fuera (había posibilidades de cantar bajo techo), lo malo era que con lluvia la gente no salía de casa ni a tiros, así que casi dos semanas pendientes del tiempo.
Afortunadamente, llegó el viernes y pudimos cantar. Apenas chispeó un poco y pudimos esperar a que el público se resguardara, quedando entonces un concierto mucho más informal y cercano, gustó mucho.
El sábado no tuvimos tanta suerte y hubo que cancelar el concierto, la aparatosa tormenta que cayó aquel día parecía haber reunido la lluvia del día anterior más la de esa jornada.
A pesar de esa cancelación, pudimos hacer también el Carmina Burana el día 17. Fue un concierto extraño, ya que tuvimos que cantar sin monitores porque el amplificador comenzó a echar humo en el ensayo, nos pidieron un bis (Cosa que nunca había visto en un Carmina) y un integrante del público solicitó la batuta del director. Sólo esperamos que eso no se repita, porque era la única que tenía.
Pero la cosa no terminó ahí. Para celebrar el final del ciclo (por mi parte), llegué a casa a altas horas de la madrugada y bastante contento, la verdad es que al día siguiente tenía una resaca curiosa, pero no habíamos terminado ahí, tuve que ir por la tarde al local donde ensayábamos para grabar unas piezas de Rigoletto que íbamos a utilizar para promoción.
Canté el Par Mi bastante tranquilo, como quien está canturreando en la ducha, era más que obvio que cantar casi a diario me había proporcionado un fuelle que me vino más que bien. El cuarteto también salió muy bien, aunque luego decidimos volver a grabarlo medio tono más agudo, a ver qué pasaba. El resultado fue curioso. Obviamente me sentía un poco más tirante con ese medio tono de más, pero me costó mucho menos de lo que yo esperaba, estaba entusiasmado con la facilidad que tenía para dar esas notas.
Al volver a mi casa en Huelva, traté de retomar mi vida, y me hice la promesa de cantar por las mañanas un rato para no perder fuelle. Sin embargo, la primera semana no canté nada, y no porque no quisiera, si no porque preferí preparar unos cuantos midis para ponerlos en el ordenador y así poder cantar a gusto.
Era increíble, pero me había puesto a ordenar las partituras y prácticamente desistí después de terminar con la zarzuela y las misas. No sabía que se podían acumular tantas partituras en 17 años, algunas cuadruplicadas. La ópera y los musicales quedarían para más adelante. Preparé los midis y me dispuse a empezar a ensayar el lunes siguiente.
Mientras tanto, seguía recibiendo llamadas del director para más conciertos que quizá salieran antes de que finalizara el año, eso suponía que tendría algo más de dinero, pero sobre todo, las expectativas para el siguiente año, eran más que ilusionantes.
Desgraciadamente, uno de los conciertos se cayó, pero seguía expectante al siguiente. A pesar de estar en Huelva y preparando nuevas piezas, las conversaciones con Vicente llegaban a ser de más de 45 minutos. Tenía la precaución de contactar con él al menos una vez por semana para saber qué se cocía por ahí, las expectativas de un gran año 2015 continuaban.
El problema fue que a finales de octubre recibí la noticia de que uno de los integrantes de la camerata donde había estado había fallecido. He de reconocer que tuve que leer el mensaje varias veces para asimilar lo que ponía. Enterrar a un amigo siempre es difícil, pero cuando tienes que cantar en su funeral, la tarea se hace titánica ya que no sólo sabes que estás despidiendo a un amigo como él quiere, si no que además no lo tienes al lado cantando, lo cual es significativo. Sabiendo cómo él era, era más que lógico ver que había por lo menos tres agrupaciones corales para despedirle. Una representación de cada una, pero muchas personas al fin y al cabo, al menos los que queríamos despedirle y teníamos disponibilidad suficiente.
Ya entrado noviembre recibí las nuevas partituras, después de imprimirlas me di cuenta de que no sería tarea fácil, incluso tras los cortes realizados, pero si la vida del cantante no fuera un reto continuo, no tendría ese atractivo que tiene.
Y un nuevo "reto" llegó a finales de Noviembre cuando un antiguo compañero me ofreció un concierto para finales de Diciembre. Eran villancicos, pero me había decidido a preparar bien todos los conciertos y éste no iba a ser una excepción. De los cinco villancicos, tres los conocía de sobra, sólo tenía que quitar esos pequeños vicios que todos tenemos a la hora de cantar piezas navideñas, pero otros dos no me sonaban para nada.
Llamé a Vicente para comentarle la fecha de ese concierto, no fuera que se pisara con el de Sevilla, pero no sólo la fecha no estaba fijada, si no que además si coincidía me la cambiarían. La verdad es que es un gustazo trabajar de esa manera, no todos los directores cambian un concierto de fecha si tú no puedes.
El mismo día que recibí las partituras las imprimí y comencé a ojearlas. Tenía una semana aproximadamente para aprenderlas en condiciones antes del ensayo.
El día del ensayo llegó. A las 8 de la mañana estaba despierto. Hacía un frío tremendo y ya me venía a la cabeza la consabida pregunta "¿Quién me mandaría meterme en estos líos?". Llegué bastante pronto al lugar del ensayo. La verdad es que hasta que no llegó el autobús no me quedé tranquilo, siempre te queda la duda de si me habría equivocado de sitio.
Tras varios minutos viendo cómo se organizaba todo, me di cuenta de que ser solista llevaba un plus positivo: No tenía que organizar nada. Cada componente del coro cogía su silla y se colocaba en su lugar, al igual que la orquesta, yo por mi parte sólo tenía que sentarme cómodamente en el sofá detrás del director para esperar a cantar.
Se notaba que habría sólo un ensayo todos juntos, y se notaba porque tuve que cantar con el otro tenor al mismo tiempo todas las piezas que teníamos en el repertorio, para ahorrar tiempo. Sin duda fue algo extraño, yo hacía lo que podía, pero debo reconocer que me apoyaba bastante en el tempo que llevaba mi compañero. Tenía algunas dudas con respecto al tempo y él las tenía en dos o tres notas, todo se compensaba. Las piezas, irremediablemente graves. Soy tenor ligero, mi tesitura es muy aguda, pero en los graves soy prácticamente un cero a la izquierda, no tengo graves y tampoco tengo intención de trabajarlos, sólo serviría para estropear mi voz. La prominencia de graves en esas piezas era muy llamativa, mi voz no brillaba, no lucía. Al final el ensayo fue raro, cantamos todas las piezas y las miramos bien, pero al no poder verlas solo, apenas tenía práctica con las referencias de la orquesta.
Esa misma tarde marché para Sevilla, debíamos tener el primer contacto con la nueva ópera y yo apenas había tenido tiempo de mirar las partituras más que un poco. Al día siguiente hicimos Vicente y yo un ensayo express, donde vimos las páginas que había que quitar y encajamos algunas dudas. Dos días después pude cantar con la soprano. Me dejó maravillado la facilidad que tenía para llegar a semejantes sobreagudos sin apenas esfuerzo y cómo lo tenía todo muy bien mirado para ser el primer ensayo. Yo hice lo que pude, cantando a voz lo que tenia visto y tarareando a primera vista lo que apenas conocía. La métrica del solfeo ayudó bastante, pero aún así me di cuenta de que necesitaría mucho trabajo.
Y andando andando, llegamos al día 20, el día del concierto del que me había preocupado de dar publicidad en las Redes Sociales, para ver si algún conocido quería ir a verme, ya que hacía muchos años que no cantaba en la provincia.
Al llegar a la iglesia, el frío seguía siendo la tónica dominante. Un frío que pelaba y que no iba precisamente bien para las voces. También había llegado pronto y me pasé varios minutos rezando porque no me hubiera equivocado de lugar. Afortunadamente, cuando vi a los primeros miembros de la orquesta llegar, me quedé tranquilo. Yo me había puesto mi elegante esmoquin y al quitármelo para entrar en la iglesia ya preparado, el frío se acrecentó. Entramos en la iglesia después de un rato esperando y nos colocamos. Nos quedamos ahí puesto que ya el público esperaba. Tengo que reconocer que me pasé temblando todo el concierto, pero no porque tuviera nervios, si no por el frío tan sangrante que hacía.
El concierto... por mi parte más vale olvidarlo. Sólo cogía bien el tempo cuando el director marcaba perfectamente el 4/4 ó el 3/4, mi voz sonaba pequeña y apagada con esa tesitura tan grave, tuve que hacer algunas frases en octava aguda para que se me pudiera oír. Algunas entradas no se marcaron bien y decidí entrar en la segunda frase, en lugar de en mitad de la primera para que así no se notara que había entrado tarde. Se notaba que con un solo ensayo no era suficiente. Al menos 3 hubieran hecho falta.
Al finalizar el concierto, yo no estaba para nada contento con lo que había hecho. Es probable que me haya acostumbrado a la ópera y la zarzuela. Es lo malo que tiene hacer estos conciertos de sustitución, que la tesitura puede que le venga bien al titular, pero al sustituto, es probable que le venga mal, algo parecido a lo que pasó cuando canté el Himno de Coronación de la Victoria. Eso sí, lo bueno fueron los 150 euros que me soltaron antes de empezar el concierto, así da gusto.
Al final tenía la sensación de que el director de aquel concierto, no volvería a contar conmigo para nada, dado el resultado. Pero es un resultado engañoso. Un solo ensayo, tesitura inadecuada... muchos factores a tener en cuenta. En estos 17 años había demostrado más de una vez que tenía una voz más que capaz de abordar piezas complicadas y exigentes, pero si sólo tienes una primera impresión, es lo que queda. Dudaba de que volviera a tener noticias de aquel coro, aquella orquesta o aquel director, no tendría una segunda oportunidad para demostrar lo que realmente valía.
El último concierto de 2014 había terminado. Un año complicado por un lado, pero lleno de satisfacciones por otro. Tenía la impresión de que 2015 iba a ser mi resurgir vocal, que ahora sí que iba a mejorar sustancialmente y no me volvería a encontrar en una situación tan delicada como la del concierto de los villancicos. Sabía que todo iba a ir a mejor, pero para eso, había que ponerse a estudiar.
Los primeros meses del año no tuvieron demasiada repercusión, me dieron los nombres de los conciertos que debía hacer y me quedé impresionado. Yo debía cantar La Dolorosa igual que el año anterior, ya que había causado una gran impresión, debía preparar Los Claveles, otra obra que conocía, debía seguir con Carmina Burana y con los recitales, pero además de eso, tenía que hacer Rigoletto. Toda una señora ópera.
No era la obra completa, pero sí las piezas más llamativas: La Donna è Mobile, Questa o Quella, Par Mi y el cuarteto Bella Figlia.
Aparte de todo eso, me tocaba hacer de Vespone en La Serva Padrona. Un papel que ni cantaba ni hablaba, sólo gesticulaba, pero que tenía gran importancia en la obra.
Además, tuve la suerte de que me volvieron a llamar de la camerata de Huelva para una sustitución puntual. Había que sustituir a un tenor para las comuniones y me alegré mucho de que me llamaran. Canté encantado y me lo pasé muy bien. Ya llevaba años disfrutando de la música, pero no sabía lo que se me venía encima.
Me ofrecieron en Febrero cantar un par de recitales en el teatro Quintero en Sevilla, me vendría bien para recordar piezas y poder trabajar de nuevo cantando, no sabía que iba a ser un día de esos.
Una mala tarde la tiene cualquiera, y mi hábito de fumar, mis meses en casa sin cantar, mi falta de técnica y mi negativa a vocalizar me pasaron factura. Durante el concierto solté algún que otro gallo, se me cerró la garganta, me raspaba y apenas tenía fuerza en los agudos, había perdido por completo el brillo.
No estaba para nada orgulloso de lo que había hecho. Tenía una gran cantidad de conciertos ese año, 23 programados para verano y no podía dejar que mi voz fallara de esa manera, pero lo achaqué a que habían echado un producto para los bichos o algo parecido y me había afectado a la garganta. Por suerte o por desgracia, se canceló el siguiente concierto por la lluvia que caía, era obvio pues la gente no salía de casa lloviendo, y no íbamos a tener más público que los acomodadores.
Convine con Vicente acercarme a Sevilla a primeros de Julio para ir cada mañana a nuestro local de ensayo para trabajar la voz y evitar que me ocurriera de nuevo. A mediados de ese mismo mes comenzaríamos los conciertos y tenía que estar en condiciones. Comenzamos, como no, con un Carmina Burana en Jimena de la Frontera, un concierto que salió bastante bien, pero yo ya estaba obsesionado con aquel concierto que había dado en Febrero, estaba completamente bloqueado y no comprendía cómo me había podido salir un concierto tan deplorable.
Cuando por fin pude ir a ensayar los conciertos que teníamos ese verano, mi obsesión iba en aumento, tenía que dosificarme, no podía cantar mucho cada día porque terminaba con la garganta destrozada, y el cantar un fuerte cuarteto como el Bella Figlia cuatro o cinco veces por día, me dejaba completamente destrozado.
Al final, después del primer concierto, mis peores temores se confirmaron, mi voz había mejorado, pero no lo suficiente y mi garganta seguía raspando, mis agudos seguían estando opacos, no tenía fuerzas después de dos o tres piezas. Tras comentar mis preocupaciones, me dijeron que con 32 años es normal que comience a necesitar técnica, ya que hasta entonces había tirado de naturaleza, mi voz natural y timbrada ya de por sí, necesitaba volver a vocalizar. En el concierto del día siguiente, tomé dos decisiones, la primera, no fumar aquel día hasta después del concierto, la segunda, vocalizar unos minutos antes de cantar.
El tema del tabaco no me preocupó, podía tirarme semanas o meses sin fumar en pipa que no tenía la necesidad que otros tienen por fumar, y la vocalización y ejercicios de respiración que me indicaron antes del concierto, hicieron que cantara mucho más relajado.
Mis problemas vocales no habían desaparecido, pero al menos no soltaba gallos, no me raspaba la garganta, era cuestión de habituarse a hacer lo mismo siempre.
Por otra parte, 2014 fue el año de la publicidad, salimos casi a diario en el periódico ABC, y también tuve mi momento en El País y en El Mundo, además de salir nuestros conciertos en Canal Sur y en RNE, parece una tontería, pero esa publicidad nos garantizó un lleno casi absoluto en todos los conciertos, un gran verano.
También nos hicieron reportajes fotográficos para el periódico:
Según iban pasando los conciertos y los ensayos, mi voz se iba encontrando cada vez mejor, hubo conciertos en los que disfruté una barbaridad:
http://youtu.be/vn32h9K7qIk
http://youtu.be/t7UDggkoJ3I
http://youtu.be/H21RSHjcZ2c
http://youtu.be/9vqrioymTB4
Ya a finales de Agosto, concretamente el día 30, debuté en otro aspecto de la música en el que era virgen hasta entonces, durante el Carmina Burana, no sólo canté de coro y solista, si no que tuve que dirigir un par de piezas. He de reconocer que me hacía mucha ilusión dirigir, quería probar lo complicado que es, y sólo pude, con esa experiencia, admirar más aún la labor de un director.
Luego llegaron casi 20 días de vacaciones antes de los últimos conciertos. A los responsables de los espacios, les había gustado tanto nuestras actuaciones que decidieron obsequiarnos con unos cuantos días más para poder representar lo que quisiéramos. Eran suficientes días como para hacer todo lo que ya habíamos hecho.
Al volver al trabajo, el día que fuimos a ensayar y probar las voces, me di cuenta de que 20 días sin cantar eran demasiados, mi voz se había resentido un poco. Afortunadamente pude recuperar la voz en el siguiente concierto con el homenaje a Verdi y luego con el recital de ópera. El problema era el lugar, y no porque fuera más bonito o más feo, si no porque estábamos a finales de Septiembre cantando a cielo descubierto, la amenaza de lluvia no sólo condicionaba que hiciéramos los conciertos, además, condicionaba que la gente viniera a ellos.
Es por ello que llegaban los días de concierto con la mirada puesta en el cielo, aunque el día 26, cuando hicimos el segundo concierto, la lluvia nos respetó, el rosario de actividades que había en Sevilla aquel día también nos respeto y, contra todo pronóstico, llenamos las butacas. El público pudo disfrutar de una de esas noches de inspiración que tengo, donde canté realmente cómodo. Había cantado muchas piezas de Rigoletto y algún que otro dúo, pero podía haber cantado todo el repertorio que tuviera en la memoria, que mi voz no se resentiría.
Mientras tanto, tenía el ojo puesto en ampliar mi número de actuaciones colaborando en los oficios que se agolpaban en Sevilla. Quizá no reportara tanto beneficio como otros conciertos, pero me ayudaban a sobrellevar cada mes.
Sin embargo, para poder llevar a cabo esas intervenciones, antes tendría que ensayar. Quedé un domingo, con la particularidad de que tenía que asistir el día antes a un evento social. Obviamente, tuve que abstenerme de trasnochar más de lo suscinto, aunque la lluvia trastocó los planes de todo el mundo. Era un ejemplo más que evidente: Los cantantes, los músicos en general, tenemos que rechazar ofertas de ocio demasiado a menudo, con tal de conseguir trabajo o mantener el que tenemos.
A pesar de acostarme relativamente temprano, me levanté con el cuerpo hecho polvo, y sin embargo tuve que ensayar, recordar de memoria piezas, ver a primera vista otras... es lo que tiene la vida de cantante.
No sabía si realmente aquel año terminaría cantando algún oficio, pero como en todo, el trabajo ya estaba hecho, y sólo era cuestión de tiempo recoger los beneficios de éste.
El último concierto que di en el Palacio de La Algaba, lo recordaré como ese concierto que di en off. Fue un Rigoletto, pero no es que no cantara, es que canté con el piloto automático, seguro de saber las piezas y de tenerlas más que trabajadas, como aquel que ficha cada mañana en la oficina. Hubo un momento en el que salía a cantar porque sonaba la introducción de mi pieza, no porque supiera que en ese momento me tocaba cantar.
Pero también recordaré ese concierto porque cuando estaba cantando el "Par mi", al coger aire una mota de polvo se me incrustó en la garganta. De pronto se me cerró hasta el ombligo. Las últimas palabras de una frase tuve que susurrarlas, la desconcentración fue tan acusada que hasta solté un pequeño gallo. Me dijeron que no se notó, pero a mí no me engañan con milongas, se tuvo que notar por cojones, pero yo estaba tranquilo porque no había sido culpa de no haber trabajado lo suficiente, si no de una mota de polvo que puede dar muchos más problemas de los que parece.
La verdad es que aquel concierto lo hice muy cómodo. Sin apenas esfuerzo llegué en perfectas condiciones al final del concierto. Físicamente para el arrastre, pero vocalmente como para cantar otros tres Rigoletto. ¿Sabéis esa sensación (los cantantes) de mareo algunas veces cuando se canta? Me dijeron una vez que era señal de que se estaba cantando bien, porque la recepción y uso del aire eran las adecuadas. No sé si será verdad, pero tuve esa sensación durante varios conciertos.
El problema venía ahora con los tres conciertos que me quedaban. Pecatta minutta para mí, un recital de zarzuela, una Serva Padrona y un Carmina Burana, lo malo era que justo los dos primeros conciertos, según el tiempo, iba a caer la monumental, a mí que me hacía falta la pasta, no podía permitirme perder dos conciertos. No era porque al llover no se pudiera cantar fuera (había posibilidades de cantar bajo techo), lo malo era que con lluvia la gente no salía de casa ni a tiros, así que casi dos semanas pendientes del tiempo.
Afortunadamente, llegó el viernes y pudimos cantar. Apenas chispeó un poco y pudimos esperar a que el público se resguardara, quedando entonces un concierto mucho más informal y cercano, gustó mucho.
El sábado no tuvimos tanta suerte y hubo que cancelar el concierto, la aparatosa tormenta que cayó aquel día parecía haber reunido la lluvia del día anterior más la de esa jornada.
A pesar de esa cancelación, pudimos hacer también el Carmina Burana el día 17. Fue un concierto extraño, ya que tuvimos que cantar sin monitores porque el amplificador comenzó a echar humo en el ensayo, nos pidieron un bis (Cosa que nunca había visto en un Carmina) y un integrante del público solicitó la batuta del director. Sólo esperamos que eso no se repita, porque era la única que tenía.
Pero la cosa no terminó ahí. Para celebrar el final del ciclo (por mi parte), llegué a casa a altas horas de la madrugada y bastante contento, la verdad es que al día siguiente tenía una resaca curiosa, pero no habíamos terminado ahí, tuve que ir por la tarde al local donde ensayábamos para grabar unas piezas de Rigoletto que íbamos a utilizar para promoción.
Canté el Par Mi bastante tranquilo, como quien está canturreando en la ducha, era más que obvio que cantar casi a diario me había proporcionado un fuelle que me vino más que bien. El cuarteto también salió muy bien, aunque luego decidimos volver a grabarlo medio tono más agudo, a ver qué pasaba. El resultado fue curioso. Obviamente me sentía un poco más tirante con ese medio tono de más, pero me costó mucho menos de lo que yo esperaba, estaba entusiasmado con la facilidad que tenía para dar esas notas.
Al volver a mi casa en Huelva, traté de retomar mi vida, y me hice la promesa de cantar por las mañanas un rato para no perder fuelle. Sin embargo, la primera semana no canté nada, y no porque no quisiera, si no porque preferí preparar unos cuantos midis para ponerlos en el ordenador y así poder cantar a gusto.
Era increíble, pero me había puesto a ordenar las partituras y prácticamente desistí después de terminar con la zarzuela y las misas. No sabía que se podían acumular tantas partituras en 17 años, algunas cuadruplicadas. La ópera y los musicales quedarían para más adelante. Preparé los midis y me dispuse a empezar a ensayar el lunes siguiente.
Mientras tanto, seguía recibiendo llamadas del director para más conciertos que quizá salieran antes de que finalizara el año, eso suponía que tendría algo más de dinero, pero sobre todo, las expectativas para el siguiente año, eran más que ilusionantes.
Desgraciadamente, uno de los conciertos se cayó, pero seguía expectante al siguiente. A pesar de estar en Huelva y preparando nuevas piezas, las conversaciones con Vicente llegaban a ser de más de 45 minutos. Tenía la precaución de contactar con él al menos una vez por semana para saber qué se cocía por ahí, las expectativas de un gran año 2015 continuaban.
El problema fue que a finales de octubre recibí la noticia de que uno de los integrantes de la camerata donde había estado había fallecido. He de reconocer que tuve que leer el mensaje varias veces para asimilar lo que ponía. Enterrar a un amigo siempre es difícil, pero cuando tienes que cantar en su funeral, la tarea se hace titánica ya que no sólo sabes que estás despidiendo a un amigo como él quiere, si no que además no lo tienes al lado cantando, lo cual es significativo. Sabiendo cómo él era, era más que lógico ver que había por lo menos tres agrupaciones corales para despedirle. Una representación de cada una, pero muchas personas al fin y al cabo, al menos los que queríamos despedirle y teníamos disponibilidad suficiente.
Ya entrado noviembre recibí las nuevas partituras, después de imprimirlas me di cuenta de que no sería tarea fácil, incluso tras los cortes realizados, pero si la vida del cantante no fuera un reto continuo, no tendría ese atractivo que tiene.
Y un nuevo "reto" llegó a finales de Noviembre cuando un antiguo compañero me ofreció un concierto para finales de Diciembre. Eran villancicos, pero me había decidido a preparar bien todos los conciertos y éste no iba a ser una excepción. De los cinco villancicos, tres los conocía de sobra, sólo tenía que quitar esos pequeños vicios que todos tenemos a la hora de cantar piezas navideñas, pero otros dos no me sonaban para nada.
Llamé a Vicente para comentarle la fecha de ese concierto, no fuera que se pisara con el de Sevilla, pero no sólo la fecha no estaba fijada, si no que además si coincidía me la cambiarían. La verdad es que es un gustazo trabajar de esa manera, no todos los directores cambian un concierto de fecha si tú no puedes.
El mismo día que recibí las partituras las imprimí y comencé a ojearlas. Tenía una semana aproximadamente para aprenderlas en condiciones antes del ensayo.
El día del ensayo llegó. A las 8 de la mañana estaba despierto. Hacía un frío tremendo y ya me venía a la cabeza la consabida pregunta "¿Quién me mandaría meterme en estos líos?". Llegué bastante pronto al lugar del ensayo. La verdad es que hasta que no llegó el autobús no me quedé tranquilo, siempre te queda la duda de si me habría equivocado de sitio.
Tras varios minutos viendo cómo se organizaba todo, me di cuenta de que ser solista llevaba un plus positivo: No tenía que organizar nada. Cada componente del coro cogía su silla y se colocaba en su lugar, al igual que la orquesta, yo por mi parte sólo tenía que sentarme cómodamente en el sofá detrás del director para esperar a cantar.
Se notaba que habría sólo un ensayo todos juntos, y se notaba porque tuve que cantar con el otro tenor al mismo tiempo todas las piezas que teníamos en el repertorio, para ahorrar tiempo. Sin duda fue algo extraño, yo hacía lo que podía, pero debo reconocer que me apoyaba bastante en el tempo que llevaba mi compañero. Tenía algunas dudas con respecto al tempo y él las tenía en dos o tres notas, todo se compensaba. Las piezas, irremediablemente graves. Soy tenor ligero, mi tesitura es muy aguda, pero en los graves soy prácticamente un cero a la izquierda, no tengo graves y tampoco tengo intención de trabajarlos, sólo serviría para estropear mi voz. La prominencia de graves en esas piezas era muy llamativa, mi voz no brillaba, no lucía. Al final el ensayo fue raro, cantamos todas las piezas y las miramos bien, pero al no poder verlas solo, apenas tenía práctica con las referencias de la orquesta.
Esa misma tarde marché para Sevilla, debíamos tener el primer contacto con la nueva ópera y yo apenas había tenido tiempo de mirar las partituras más que un poco. Al día siguiente hicimos Vicente y yo un ensayo express, donde vimos las páginas que había que quitar y encajamos algunas dudas. Dos días después pude cantar con la soprano. Me dejó maravillado la facilidad que tenía para llegar a semejantes sobreagudos sin apenas esfuerzo y cómo lo tenía todo muy bien mirado para ser el primer ensayo. Yo hice lo que pude, cantando a voz lo que tenia visto y tarareando a primera vista lo que apenas conocía. La métrica del solfeo ayudó bastante, pero aún así me di cuenta de que necesitaría mucho trabajo.
Y andando andando, llegamos al día 20, el día del concierto del que me había preocupado de dar publicidad en las Redes Sociales, para ver si algún conocido quería ir a verme, ya que hacía muchos años que no cantaba en la provincia.
Al llegar a la iglesia, el frío seguía siendo la tónica dominante. Un frío que pelaba y que no iba precisamente bien para las voces. También había llegado pronto y me pasé varios minutos rezando porque no me hubiera equivocado de lugar. Afortunadamente, cuando vi a los primeros miembros de la orquesta llegar, me quedé tranquilo. Yo me había puesto mi elegante esmoquin y al quitármelo para entrar en la iglesia ya preparado, el frío se acrecentó. Entramos en la iglesia después de un rato esperando y nos colocamos. Nos quedamos ahí puesto que ya el público esperaba. Tengo que reconocer que me pasé temblando todo el concierto, pero no porque tuviera nervios, si no por el frío tan sangrante que hacía.
El concierto... por mi parte más vale olvidarlo. Sólo cogía bien el tempo cuando el director marcaba perfectamente el 4/4 ó el 3/4, mi voz sonaba pequeña y apagada con esa tesitura tan grave, tuve que hacer algunas frases en octava aguda para que se me pudiera oír. Algunas entradas no se marcaron bien y decidí entrar en la segunda frase, en lugar de en mitad de la primera para que así no se notara que había entrado tarde. Se notaba que con un solo ensayo no era suficiente. Al menos 3 hubieran hecho falta.
Al finalizar el concierto, yo no estaba para nada contento con lo que había hecho. Es probable que me haya acostumbrado a la ópera y la zarzuela. Es lo malo que tiene hacer estos conciertos de sustitución, que la tesitura puede que le venga bien al titular, pero al sustituto, es probable que le venga mal, algo parecido a lo que pasó cuando canté el Himno de Coronación de la Victoria. Eso sí, lo bueno fueron los 150 euros que me soltaron antes de empezar el concierto, así da gusto.
Al final tenía la sensación de que el director de aquel concierto, no volvería a contar conmigo para nada, dado el resultado. Pero es un resultado engañoso. Un solo ensayo, tesitura inadecuada... muchos factores a tener en cuenta. En estos 17 años había demostrado más de una vez que tenía una voz más que capaz de abordar piezas complicadas y exigentes, pero si sólo tienes una primera impresión, es lo que queda. Dudaba de que volviera a tener noticias de aquel coro, aquella orquesta o aquel director, no tendría una segunda oportunidad para demostrar lo que realmente valía.
El último concierto de 2014 había terminado. Un año complicado por un lado, pero lleno de satisfacciones por otro. Tenía la impresión de que 2015 iba a ser mi resurgir vocal, que ahora sí que iba a mejorar sustancialmente y no me volvería a encontrar en una situación tan delicada como la del concierto de los villancicos. Sabía que todo iba a ir a mejor, pero para eso, había que ponerse a estudiar.