viernes, 25 de diciembre de 2015

2015 (2): EL SUDOR DEL ÉXITO.

El día 21 de Junio de 2015 se celebró finalmente el "Día de la Música" y nosotros lo celebramos haciendo aquel Homenaje a Verdi.

Puede que fuera uno de los conciertos más cómodos en los que había estado en mucho tiempo. Disfrutamos mucho y preparamos el terreno para un verano complicado.

Y el verano comenzó oficialmente el 10 de Julio con un Carmina Burana, cómo no. ¿Qué decir de este concierto después de la cantidad que habíamos hecho en los últimos años? Pues nada en absoluto. Bueno, quizá sí. Ésta vez no fue a alguien del público a quien se le olvido apagar el móvil, si no a uno de los integrantes del coro que tuvo la sangre fría de cogerlo, ver quién era, salir del grupo, ir a los vestuarios, hablar por teléfono, dejar el móvil encendido, volver al grupo y permitir que siguiera sonando el resto del concierto. Muy profesional, sí señor.

Aunque si hablamos de profesional, debemos descartar el siguiente concierto que se cantó. Precisamente L'Elisir D'Amore, que había sido ensayado por primera vez completo el 11 de Julio y estrenado el 12 en un pobre intento de hacer una versión medio concierto medio representada. Quizá eso fue un toque de atención para planificar mejor los ensayos y las obras antes de estrenarlas. No es suficiente con que el público salga contento, es primordial que los cantantes también estén satisfechos.

Tres días después, nos resarcimos un poco con Rigoleto, una vez más, aunque ésta vez con varios conciertos iguales a nuestras espaldas y con más comodidad vocal y escénica. Sin duda un buen trabajo fruto de los meses de ensayo el año anterior.

Y por fin llegó el día esperado durante meses. El día 18 estrenamos La Traviata. Yo llevaba muchísimo vestuario debidamente planificado, pero el resultado fue excelente. una escena fluida con buenas ideas donde contamos bastante bien la obra a pesar de las carencias. Mi voz mantuvo un respetable nivel, algo que no me explico ya que las condiciones eran más o menos como las del año pasado y sin embargo tenía fuelle de sobra.

¿Por qué he llamado a esta entrada "El sudor del éxito"? Pues porque 2015 resultó ser uno de los veranos más calurosos de la historia y eso lo podía ratificar cuando me puse el esmoquin, el traje marrón grueso y la bata. Sin duda una prueba de fuego para mi cuerpo. No podemos quejarnos, el concierto salió con un 8 sobre 10, más o menos. Lejos de aquel 5 sobre 10 que le daría a L'Elisir. El 10 sobre 10 lo dejo para un teatro, con ópera completa y orquesta.

La prueba de que mi voz estaba en óptimas condiciones lo pude comprobar al día siguiente. Yo mismo había diseñado mi programa como una prueba de fuego. El Brindis de la Traviata, Bollenti, Par Mi, Furtiva Lágrima, Roca Fría, Cuadro Musical, Mujeres y el dúo de Nemorino y Dulcamara de L'Elisir además de Santa Lucía. Un programa exigente diseñado expresamente para probar si era capaz de cantar todo eso... y vive Dios que lo conseguí. Terminé físicamente cansado, pero vocalmente me podría haber cantado otro programa igual. Entonces llegaron unos días de merecidas vacaciones antes de volver a ponerme en la piel de Vespone para la Serva Padrona. Unos días que me venían bien mientras se cerraban nuevos conciertos y otros menesteres que a pesar de haberme vuelto comedido, me llenaban de ilusión. Las circunstancias me habían obligado a ser escéptico en muchos campos de mi vida, casi en todos y esperar lo peor para así verme gratamente sorprendido. Prefería llevarme un "zasca" que una bofetada de realidad.

Llegó el día de la Serva Padrona tras el parón y volvimos a comprobar cómo aquel concierto no dejaba de ser un concierto puente. Una obra sin mayor chicha que la de pasar 50 minutos cantando sin que el público en general se enterara de nada y sin que nosotros le pusiéramos demasiado empeño. Para mi gusto era una obra fea, la verdad.

El concierto dado ya el 1 de Agosto fue bastante más entretenido. El tan sabido homenaje a Verdi que tan bien iba para mi voz. ¿Cuál fue el problema ese concierto? pues que me dediqué a ensayar prácticamente todo el concierto del día siguiente y parte del de ese día, con lo cual mi voz se resintió un poco. Era sin duda un toque de atención: No te ensayes todo un concierto una hora antes de cantar otro.

Lo bueno es que comprobé el orden exacto en el que debía ir el programa al día siguiente y acerté de pleno. En primer lugar porque mi voz estuvo estupenda y en segundo lugar porque, casi 20 años después, por fin pude cantar "No Puede Ser". Esa pieza que había perseguido durante casi dos décadas y que por fin estaba cantando en el escenario. La verdad es que en ese momento no pensaba en otra cosa, sólo en que por fin la estaba cantando. Sin duda un momento mágico y especial para mí.

https://www.youtube.com/watch?v=-pAUXeWdPJw

También fue el día de estrenar el "Bella Enamorada", pero teniendo en cuenta que había visto la partitura el día anterior preferí no subirla. Sin embargo sí que canté el "Deja la Guadaña", también estrenándola, pieza que coloqué al final del concierto por lo grave de las notas. No quería que me bajara la voz para el resto del concierto.

https://www.youtube.com/watch?v=B-8zfJ3HxIo

No quedó para nada mal, aunque me seguía gustando más el "No Puede Ser".

También canté el dúo de Dolores y Rafael de La Dolorosa. He de reconocer que a mi compañera y a mí nos quedó muy bien ese dúo, un trabajo bien hecho.

https://www.youtube.com/watch?v=XM5K0zqswtc

La verdad es que fue un concierto para no olvidar jamás, porque por fin nos libramos de dúos cómicos y del cuadro musical de la Dolorosa, pieza infumable que llevaba tiempo queriendo eliminar del programa.

Se supone que la siguiente semana iba a ser de descanso para mí. Unos días para poder trabajar tranquilamente mis piezas, pero no, resulta que el mismo lunes hubo una rueda de prensa en la Algaba donde yo mismo tuve que intervenir. Y el motivo de la rueda de prensa eran los doce conciertos que se iban a dar en ese lugar, de entrada gratuita y a caché. Siete conciertos a caché podrían solucionarme más de un problema económico, la cosa iba muy bien ese verano, aunque tuviéramos que suspender algún concierto en el otro espacio por incompatibilidad de programación. La verdad es que aquella rueda de prensa estuvo muy bien, ya que nos hicimos fotos y nos dejamos grabar por las cámaras de varias televisiones. Después de tantos años de trabajo casi en la sombra, superábamos lo del año pasado de aparecer en tantos periódicos y por fin  teníamos radio y televisión pendientes de nosotros. Había terminado la rueda de prensa y nos colocamos para que nos hicieran la foto. Todos en fila sujetando el cartel y mirando con una sonrisa a las cámaras, que nos disparaban fotos y vídeo sin parar. En ese momento me sentía como alguien famoso de verdad, supongo que como deben sentirse las personas famosas que hacen eso todos los días, posar para las cámaras que apuntan a ellos y les sacan luego en los medios.









Esa semana estaba siendo una locura. A los dos días se me avisó a última hora de que iba a venir la radio a grabar uno de nuestros ensayos. Era una gran suerte que tuviera la voz en plenitud. Creo que había dejado atrás los problemas del año anterior y ahora disfrutaba de una voz cuidada con la inteligencia de elegir repertorio y orden del mismo.

Pero también me había salido un nuevo trabajo en esos días, el encargado de diseñar y colocar las luces necesarias que iluminarían el escenario. Los rojos, azules, amarillos, naranjas, marrones... debía colocar los colores en cada foco para que los técnicos supieran exactamente qué color poner en qué momento. Incluso me salió un concierto inesperado para el mismo viernes, un ensayo por la mañana y luego a cantar por la noche. Afortunadamente era un programa ligerito de cosas que ya había cantado varias veces y no revestía mayor problema.

El caso es que a la semana siguiente ya estábamos metidos en faena. Con una media de 200 personas asistiendo a los conciertos, el recital de ópera resultó ser un buen calentamiento para el Rigoleto que teníamos que abordar al día siguiente, y un mejor calentamiento para los conciertos de la semana siguiente.

El recital de ópera y zarzuela de la tercera semana dejó un buen sabor de boca. Esa misma mañana dábamos los últimos toques a la Traviata, una ópera que llevaba tiempo esperando estrenar en condiciones, no lo que hicimos en el Hospital de la Caridad un mes antes y que podría haber quedado mejor.

El día que hicimos la Traviata en el Palacio fue apoteósico. La gente entraba corriendo en el patio para coger una butaca en buena posición. Por la mañana habíamos colocado todo el escenario. Las voces afinadas, la ropa preparada... sobre el escenario me sentí muy cómodo. Hubo momentos en los que improvisé, como por ejemplo beberme toda una botella de cristal donde había té frío haciendo las veces de Whisky mientras el barítono cantaba el "Di Provenza". Una buena interpretación de novio despechado y medio borracho tirando a la soprano al suelo y tirando dinero a sus pies. Una escena que me queda muy bien pero en la que no me siento demasiado cómodo, ya que se trata de maltratar a una mujer, cosa que aborrezco, pero al fin y al cabo es teatro.

Aparte de dejarme la espinilla en el aparato que habíamos puesto para que hiciera de cama, el concierto gustó mucho y salió muy bien. Lo malo fue al ver el vídeo cómo la falta de un ensayo general se hacía patente. Actores que se sentaban donde no debían y les veía el público, luces que no se encendían cuando debían, planos de cámara que apuntaban justo donde no se cantaba, caídas a destiempo... en esos momentos me daba cada vez más cuenta que este trabajo había venido bien mientras se hicieran cosas livianas, pero al subir la categoría con este tipo de conciertos, no se podían consentir planteamientos cutres, y eso había que arreglarlo si queríamos dar un salto de calidad.














Con más cansancio físico que vocal, al día siguiente un recital de zarzuela bastante fuerte para la soprano y para mí, que llevábamos el peso del programa durante ya tres días seguidos. Afortunadamente el programa salió en condiciones.

Lo malo llegó la cuarta semana, donde hicimos un pobre intento de "quiero y no puedo" al cantar L'Elisir D'Amore en el Hospital de la Caridad. Reducir de 5 personajes a 3 (y gracias), quitar coro y orquesta y dejar simplemente un piano con una puesta en escena basada en una mesa y una silla fue una apuesta muy arriesgada. Pasaba lo mismo que pasaba siempre y que, por más que yo me enfadara y lo espetara a los cuatro vientos una y otra vez, no conseguía arreglarlo, se trataba de ensayar la escena de una ópera 24 horas antes de la función. Deleznable. Habíamos tenido un mes entero para ensayar la escena, pero tuvimos que dejarlo para las últimas 24 horas, deprisa y corriendo, con la penúltima pieza todavía sin haberla visto juntos... desde el momento en el que comencé a cantar el "Quanto è bella" sentía un vacío en el escenario que me sobrecogía y me impedía desarrollar el 100% del personaje. Ya estaba harto de decirlo una y otra vez. Necesitábamos más ensayos, más trabajo serio y menos "bueno, esto se da por sabido". Pero sobre todo necesitábamos más personas sobre el escenario, más gente que conociera la obra tras la cámara o la mesa de luces. Necesitábamos más gente, no más trabajo para los que ya estábamos.

Como siempre he dicho, el que el concierto salga bien técnicamente no quiere decir que tengamos que estar contentos con él, pero al menos o pasamos.

Afrontábamos ya la última semana en esos conciertos a caché y en cierto modo, me daba algo de lástima dejar el sitio. Habíamos pasado buenos ratos y cantar ante gente que luego te reconocía por la calle era un aliciente.

Los últimos conciertos los viví con toda la intensidad de la que podía tirar. no sabía si al año siguiente estaría ahí o no, sólo sabía que tenía que disfrutar de esos días y del trabajo que merecidamente iba a cobrar más tarde.

Ya con los conciertos en el Palacio terminados, mi preocupación era cobrar algunos conciertos pendientes en cuanto fuera posible, ya que se echaba encima el día de pagos y no contaba con dinero suficiente en el banco, algo que consideraba imperdonable.

Quedaba aún por terminar ese mes otro concierto en el Hospital de la Caridad, un Rigoletto del que apenas guardo recuerdos.

Por fin tras ese Rigoletto, pude volver a casa a disfrutar de unos días de vacaciones. Lo malo es que debido a un problema técnico, para los dos próximos conciertos nos encontrábamos sin soprano, con lo que tuvimos que hacer un concierto de obras clásicas y un recital de ópera sin voz femenina. Teniendo en cuenta que me cargaba el 60% del concierto en ambos casos, diez días sin cantar y encima habiendo pasado un catarro fuerte, estaba algo preocupado. Por suerte ambos conciertos fueron resueltos con cierta dignidad para mi voz, que había tratado de mantener en cuanto tuve la nariz lo suficientemente despejada como para respirar.

Nos quedaban por delante dos semanas de descanso, pero eso no era lo mejor. Lo mejor es que se me avisó de que estos conciertos que estábamos haciendo, los podría hacer en Noviembre en Huelva.

Ilusión era la palabra. Llevaba 10 años sin cantar en serio en Huelva. Diez años en el ostracismo y ahora por fin tocaban a término. La pregunta que me rondaba la mente era si la gente que me estaba prometiendo ir a verme cantar iría de verdad. En todos estos años había tenido tantas decepciones con eso que no sabía si realmente alguien conocido iría a verme al concierto. Ya estaba en un nivel de "Si no has venido has dejado la silla libre para otra persona que realmente quería venir", pero no me gustaba para nada que la gente prometiera y luego no cumpliera, yo intentaba cumplir siempre, a veces aún a perjuicio mío, pero parecía que los demás no estaban dispuestos a hacer por mí lo mismo que yo por ellos.

Tras recibir la noticia de que la Traviata en Diciembre se iba a retrasar, comprendí una vez más que de lo que se dice al principio a lo que luego ocurre, había mucho trayecto. Era lo que había dicho siempre "No me lo creeré hasta que no esté en el escenario cantando".

Lo malo no era eso, si no que aparecía en mí la sombra de lo que tiene este trabajo. Llevaba ya varios años así, pero mis deudas se reducían a un ritmo tan soporífero, que me planteaba una y otra vez si cantar era realmente lo que debía hacer. Era lo que quería, pero ni por asomo conseguía las metas que tenía previstas. Ganaba muy poco dinero y los conciertos se espaciaban demasiado en ciertas épocas del año.

Los conciertos entonces comenzaron a pasar sin pena ni gloria, como aquel que va a la oficina. Sin embargo el día 30 de Octubre teníamos un concierto en una sala. Sí, bajo techo, algo inconcebible. Por fin podía comenzar a trabajar en un lugar donde no tenía que estar mirando al cielo, donde las sillas estaban atornilladas y donde había camerinos. Un bonito concierto aunque algo durillo.

Al día siguiente nos tocó ensayar con la orquesta. Yo siempre había estado en guerra con las orquestas por diferentes motivos. Ésta vez, sin embargo, me encontré con un grupo de chavales estudiantes pero muy profesionales que se esforzaban. Debo admitir que la mirada de admiración de algunos componentes me llenaba de orgullo y me hacía ganar mucha confianza, pero también el buen trabajo que hacía el director.

Por fin llegó el día 5 de Noviembre, el primer concierto en Huelva. Un homenaje a Verdi como otros que habíamos hecho, pero especial para mí. De nuevo en una sala, de nuevo con camerinos. Un lleno total que no esperábamos pero que recibimos con mucha ilusión, un concierto para estar muy satisfecho, pero sobre todo, porque esperaba con ansias el día siguiente.

El día 6 de Noviembre pude de nuevo cantar en Huelva y ésta vez con orquesta. Mis problemas para llevar el ritmo se desvanecieron en el momento en el que comencé a cantar. Puede que algunas de las piezas hayan sido las mejores que he hecho en años. Era un gustazo poder ser acompañado por una orquesta, sin duda para mí era un antes y un después.

https://www.youtube.com/watch?v=n30B5j9a7XQ

https://www.youtube.com/watch?v=IUpeF5QIfHA

https://www.youtube.com/watch?v=Ff8U-tl9kVU

https://www.youtube.com/watch?v=gVJPjwRSLvg

Lo mejor es que todavía me quedaban dos conciertos, uno en Noviembre en Sevilla y otro en Diciembre en Huelva.

Poco antes de hacer ese concierto, me contactó un fotógrafo que había visto el concierto en el Casino del Lope de Vega del día 21 de Junio y que le había gustado mucho nuestro trabajo. Me ofreció hacerme un reportaje fotográfico de forma gratuita para que ambos nos pudiéramos promocionar.
Tanto el reportaje como el fotógrafo resultaron de lo más agradables. Un hombre muy competente, que sabía perfectamente lo que quería en cada fotografía y que supo sacarme hasta un lado bueno. La verdad es que con toda la parafernalia del reportaje, me sentía hasta alguien importante en el mundo de la música y la literatura, aunque lo de la literatura es cosa de otro blog, aquí me centro sólo en la música.
El concierto de noviembre en Sevilla la verdad es que fue raro. Eran dos pases y sólo en el segundo intervenía, pero estaba desde el primero para echar una mano en lo que pudiera.

Cantar sólo cuatro piezas hizo que el concierto pasara rápido, como un mero trámite.

Mientras tanto, recibía llamadas una y otra vez de los responsables de la Traviata. Parecía que mi opinión era muy tenida en cuenta, pues me preguntaban, me pedían consejo, diseñaban estrategias de trabajo en base a lo que les decía... todo un avance sin duda.

Los conciertos se espaciaban un poco (los pagos más), pero afortunadamente podían salvarse sin mayor problema.

Llegó el día 10 de Diciembre y el ansiado Carmina Burana que cerraba la temporada, prácticamente como todos los años. Afortunadamente ya no cantaba con el coro y el concierto podía hacerse más corto. El público realmente interesado volvió a responder y salí satisfecho.

Un año repleto de conciertos pero muy satisfactorio. Mis problemas vocales prácticamente habían desaparecido, había cantado casi todos los meses y la cosa en 2016 tenía mejor pinta.







domingo, 7 de junio de 2015

2015 (1): A PARES.

El 2015 comenzaba frío pero con ganas de trabajar. Me había propuesto trabajar cada día en las piezas que tenía para el verano. Resultaba bastante aburrido estudiar piezas nuevas, pero según iban quedando terminadas parecía que todo iba a mejor.

Ensayar La Traviata para el verano era la prioridad. A primeros de Enero ya tenía casi visto para sentencia el primer acto, exceptuando alguna página donde intervenía sólo en dos palabras, lo cual me resultaba lo más complicado teniendo en cuenta que había que estar muy atento para poder hacerlo bien. Aprendía de la forma en que podríamos llamar "A fuerza", es decir, a base de repetición, repetición y repetición, un método tedioso pero que daba buenos resultados. Pero sobre todo, mi objetivo era mantener la voz en un estado óptimo para poder afrontar los conciertos con cierta tranquilidad.

A principios de Enero me llegó la fantástica noticia de que tenía dos conciertos para final de mes, algo estupendo porque sanearía mi maltrecha economía. Si eso lo podía hacer cada mes, podría mantenerme sin apenas esfuerzo.

El día antes de partir para Sevilla, recibí la llamada de Vicente comentando que había un concierto más. Genial, además ese se pagaba sobre la marcha. Una selección de Carmina Burana para un acto en una universidad de Sevilla.

Al llegar a Sevilla, había quedado directamente con Vicente para ensayar y poner un poco al día lo que había trabajado y, mientras esperaba, me llegó otra fantástica noticia. En Mayo podía reservar un fin de semana para cantar las comuniones que en los dos últimos años tan bien me habían venido.

El ensayo fue bastante intenso. Canté de memoria todo lo que me sabía de La Traviata y miré por encima el resto, es decir, me canté la obra entera. Si eso no era suficiente, también canté un par de cosillas de L'Elisir D'Amore, una ópera que llevaba años queriendo cantar.

En lo referente al canto, hay tres cosas de tres géneros que siempre he querido hacer, mis objetivos, ya alguno lo he mencionado en anteriores post. Uno, el de la ópera, es L'Elisir D'amore porque va perfecto para mi voz. El segundo es La Tabernera del Puerto en Zarzuela porque adoro esa obra y Sorozábal era un genio. El tercero, en lo que se refiere a Musical Americano, pues Jesucristo Superstar, es obvio.

Uno de los tres se iba a convertir en realidad, y eso suponía un compromiso.

Al día siguiente tocó empollarme el mapa para poder llegar al lugar donde debía cantar esa selección de Carmina. Me costó casi una hora desde que salí de casa hasta que llegué a la sala de conferencias. No era complicado si ya habías estado antes, pero eso de ir de primeras, siempre cuesta. Como siempre, no respiré tranquilo hasta comprobar que había llegado al lugar adecuado.

Fue uno de esos eventos raros que te tocan hacer. Cantar dos o tres piezas, descansar un rato, cantar otras dos o tres y listo. Ya está hecho el concierto, luego a cobrar y a casa. Bueno, mejor dicho a cobrar y a ponerte ciego de cerveza y algo de comer, que es lo que siempre toca.

Pero eso no era todo. Si el día 29 había tenido que cantar esa selección, el día 30 tocaba cantarla completa. Un nuevo teatro con unas 160 butacas de aforo.

Durante el concierto, me pasó lo de siempre. Me aburría una barbaridad cantando Carmina Burana. Y los puristas pondrán el grito en el cielo pensando en cómo me puedo aburrir con esa obra. Pues mire usted, después de 5 años y casi 60 Carmina... estar una hora de pie cantando cansa hasta al más pintado.

Afortunadamente no se hizo largo (aunque tampoco corto). También es cierto que haber ido horas antes a la inauguración de un bar donde todo era gratis y había chicas muy simpáticas que se encargaban de que tu copa de manzanilla estuviera siempre llena... la verdad es que ayudó a que aquel concierto se hiciera más llevadero.

Un día de descanso más y luego el Homenaje a Verdi. Ese concierto donde me podía lucir a gusto, cantando Questa o Quella o Par mi, para recordar el verano, cantando el Miserere de Il Trovatore y terminando como siempre, a modo íntimo sentado con la soprano en el borde del escenario cantando Santa Lucía.

Sabía que a pesar del buen aforo, lo que me tocaría cobrar no sería demasiado y tenía que esperar a cobrarlo, pero al menos había cantado y me había llevado la buena noticia de las comuniones. 2015 había empezado bien, como los últimos, sin conciertos gratuitos, y eso siempre es un aliciente.

Al volver a Huelva, tocaba volver a ponerse las pilas con La Traviata. Decidí dejar para el final el final (valga la redundancia) del segundo acto, que me parecía a priori el número más complicado de todos, así que me propuse para las tres semanas siguientes memorizar parte del segundo acto (ya tenía el primer número en el coco) y parte del tercero (al menos el Parigio caro), que era el más cortito. Es decir, Parigio Caro y Mi Chiamaste, dos piezas interesantes que debía encajar para tener casi todo listo.

Afortunadamente, al menos dos piezas de L'Elisir D'Amore no tenía que memorizarlas, Una furtiva Lágrima, que llevaba 10 años cantando repetidamente, y Quánto è Bella que también la tenía más que ensayada. Un dúo con un barítono y otro con la soprano no me los sabía al dedillo, pero tenía mucho trabajo adelantado.

Durante unos instantes, uno de los días mientras ensayaba el papel del Alfredo, pensé que jamás seria capaz de memorizar tanto texto, pero luego pensé que otros lo habían hecho, y de varias óperas, y sin ser su trabajo muchas veces, así que tomé la máxima que había guiado mi vida durante muchos años: "Si un ser humano puede hacer algo, los demás también". Además, era mi trabajo.

Ya bien entrada la primavera tenía prácticamente todo el trabajo hecho. La traviata estaba memorizada a falta de un par de frases del final, aunque L'Elisir lo llevaba un poco más atrasado.

No era por falta de trabajo, era más bien que me costaba mucho memorizar las piezas y que tenía que aprenderlas prácticamente de oído.

Llegaron los primeros ensayos en Sevilla en los que íbamos a ver escena. En esos cinco días vimos perfectamente la escena de la Traviata, lo cual era todo un logro, ya que con cuatro personas nos podíamos poner de acuerdo sin problemas.

En cuanto a L'Elisir, el dúo de Dulcamara y Nemorino salió escénicamente a la primera, sin duda era fruto de tener las cosas claras. He de reconocer que terminaba agotado, quizá debíamos correr menos por el escenario.

La gran noticia de esos días, era que nos habían cedido un día en el Casino del Teatro Lope de Vega en Sevilla para hacer un homenaje a Verdi el día de la música, lo cual significaba un salto de calidad muy importante. Tener la oportunidad de meter cuello en aquel lugar podía suponer un antes y un después en mi carrera como cantante.

Entretanto llegaron en Mayo aquellas comuniones por las que me habían llamado. Unas comuniones raras ya que nos faltaba uno de los compañeros fallecido el año anterior, la verdad es que me costaba hacerme a la idea de que ya no estuviera ahí contando chistes u organizando todo el cotarro, pero de algún modo sabíamos que estaba.

El ambiente era tan bueno en esa compañía, que casi deseaba hacer eso todos los días. Tan relajado que en la última pieza de la penúltima comunión me entró la risa tonta y tuve que esconder mi cara en las partituras para poder concentrarme y cantar como es debido, que estaba cantando, pero temía soltar la carcajada. Son esas cosas que pasan.

Pero al día siguiente, tocaba de nuevo ponerse con las partituras, se esperaba cierto nivel por mi parte y tenía que cumplirlo y superarlo.

Aprender las piezas seguía siendo un trabajo arduo y poco gratificante, pero afortunadamente todo iba encajando poco a poco.

El día 23 de Mayo se e ofreció un pequeño concierto en una sala. El concierto no fue bueno, pero me sirvió para demostrar que un programa mal encajado y una planificación mal hecha pueden dar al traste por completo con un concierto.

Es más recomendable hace 7 piezas cortas que 2 largas, y también hacer un descanso de, al menos, 10 minutos, porque aunque sea una hora de concierto, los cantantes (y la pianista) necesitamos descansar. Un programa realizado con inteligencia puede ser la diferencia entre el éxito y el fracaso.

Al día siguiente, aún con la resaca del concierto, fuimos a ensayar al Casino, donde la acústica era perfecta y pudimos ver todo el programa que teníamos pendiente. Como era un lugar de exposición, había turistas paseando por la zona que se quedaban a ver cómo ensayábamos y aplaudían después de cada pieza, una especie de mini-concierto/ensayo con público, que nos sirvió para encajar todo.



La vuelta a casa al día siguiente suponía volver a coger las partituras y terminar de rematar L'Elisir, además de recordar un poco algunas letras de la Traviata, porque después de unos días sin mirarlo, algunas letras comenzaban a bailar.

En el siguiente post hablaré de Junio y el resto del verano, que creo que me estoy alargando demasiado. Así que hasta Noviembre o por ahí, no habrá nada nuevo.

domingo, 4 de enero de 2015

2014: MA CHÉ TI PARE AH?

Por fin había llegado 2014, un año más con el coro de Sevilla, de nuevo tenía en vistas muchos conciertos... y muchas dificultades.

Los primeros meses del año no tuvieron demasiada repercusión, me dieron los nombres de los conciertos que debía hacer y me quedé impresionado. Yo debía cantar La Dolorosa igual que el año anterior, ya que había causado una gran impresión, debía preparar Los Claveles, otra obra que conocía, debía seguir con Carmina Burana y con los recitales, pero además de eso, tenía que hacer Rigoletto. Toda una señora ópera.

No era la obra completa, pero sí las piezas más llamativas: La Donna è Mobile, Questa o Quella, Par Mi y el cuarteto Bella Figlia.

Aparte de todo eso, me tocaba hacer de Vespone en La Serva Padrona. Un papel que ni cantaba ni hablaba, sólo gesticulaba, pero que tenía gran importancia en la obra.

Además, tuve la suerte de que me volvieron a llamar de la camerata de Huelva para una sustitución puntual. Había que sustituir a un tenor para las comuniones y me alegré mucho de que me llamaran. Canté encantado y me lo pasé muy bien. Ya llevaba años disfrutando de la música, pero no sabía lo que se me venía encima.

Me ofrecieron en Febrero cantar un par de recitales en el teatro Quintero en Sevilla, me vendría bien para recordar piezas y poder trabajar de nuevo cantando, no sabía que iba a ser un día de esos.

Una mala tarde la tiene cualquiera, y mi hábito de fumar, mis meses en casa sin cantar, mi falta de técnica y mi negativa a vocalizar me pasaron factura. Durante el concierto solté algún que otro gallo, se me cerró la garganta, me raspaba y apenas tenía fuerza en los agudos, había perdido por completo el brillo.

No estaba para nada orgulloso de lo que había hecho. Tenía una gran cantidad de conciertos ese año, 23 programados para verano y no podía dejar que mi voz fallara de esa manera, pero lo achaqué a que habían echado un producto para los bichos o algo parecido y me había afectado a la garganta. Por suerte o por desgracia, se canceló el siguiente concierto por la lluvia que caía, era obvio pues la gente no salía de casa lloviendo, y no íbamos a tener más público que los acomodadores.

Convine con Vicente acercarme a Sevilla a primeros de Julio para ir cada mañana a nuestro local de ensayo para trabajar la voz y evitar que me ocurriera de nuevo. A mediados de ese mismo mes comenzaríamos los conciertos y tenía que estar en condiciones. Comenzamos, como no, con un Carmina Burana en Jimena de la Frontera, un concierto que salió bastante bien, pero yo ya estaba obsesionado con aquel concierto que había dado en Febrero, estaba completamente bloqueado y no comprendía cómo me había podido salir un concierto tan deplorable.

Cuando por fin pude ir a ensayar los conciertos que teníamos ese verano, mi obsesión iba en aumento, tenía que dosificarme, no podía cantar mucho cada día porque terminaba con la garganta destrozada, y el cantar un fuerte cuarteto como el Bella Figlia cuatro o cinco veces por día, me dejaba completamente destrozado.

Al final, después del primer concierto, mis peores temores se confirmaron, mi voz había mejorado, pero no lo suficiente y mi garganta seguía raspando, mis agudos seguían estando opacos, no tenía fuerzas después de dos o tres piezas. Tras comentar mis preocupaciones, me dijeron que con 32 años es normal que comience a necesitar técnica, ya que hasta entonces había tirado de naturaleza, mi voz natural y timbrada ya de por sí, necesitaba volver a vocalizar. En el concierto del día siguiente, tomé dos decisiones, la primera, no fumar aquel día hasta después del concierto, la segunda, vocalizar unos minutos antes de cantar.

El tema del tabaco no me preocupó, podía tirarme semanas o meses sin fumar en pipa que no tenía la necesidad que otros tienen por fumar, y la vocalización y ejercicios de respiración que me indicaron antes del concierto, hicieron que cantara mucho más relajado.

Mis problemas vocales no habían desaparecido, pero al menos no soltaba gallos, no me raspaba la garganta, era cuestión de habituarse a hacer lo mismo siempre.

Por otra parte, 2014 fue el año de la publicidad, salimos casi a diario en el periódico ABC, y también tuve mi momento en El País y en El Mundo, además de salir nuestros conciertos en Canal Sur y en RNE, parece una tontería, pero esa publicidad nos garantizó un lleno casi absoluto en todos los conciertos, un gran verano.

También nos hicieron reportajes fotográficos para el periódico:


















Según iban pasando los conciertos y los ensayos, mi voz se iba encontrando cada vez mejor, hubo conciertos en los que disfruté una barbaridad:

http://youtu.be/vn32h9K7qIk

http://youtu.be/t7UDggkoJ3I

http://youtu.be/H21RSHjcZ2c

http://youtu.be/9vqrioymTB4

Ya a finales de Agosto, concretamente el día 30, debuté en otro aspecto de la música en el que era virgen hasta entonces, durante el Carmina Burana, no sólo canté de coro y solista, si no que tuve que dirigir un par de piezas. He de reconocer que me hacía mucha ilusión dirigir, quería probar lo complicado que es, y sólo pude, con esa experiencia, admirar más aún la labor de un director.

Luego llegaron casi 20 días de vacaciones antes de los últimos conciertos. A los responsables de los espacios, les había gustado tanto nuestras actuaciones que decidieron obsequiarnos con unos cuantos días más para poder representar lo que quisiéramos. Eran suficientes días como para hacer todo lo que ya habíamos hecho.

Al volver al trabajo, el día que fuimos a ensayar y probar las voces, me di cuenta de que 20 días sin cantar eran demasiados, mi voz se había resentido un poco. Afortunadamente pude recuperar la voz en el siguiente concierto con el homenaje a Verdi y luego con el recital de ópera. El problema era el lugar, y no porque fuera más bonito o más feo, si no porque estábamos a finales de Septiembre cantando a cielo descubierto, la amenaza de lluvia no sólo condicionaba que hiciéramos los conciertos, además, condicionaba que la gente viniera a ellos.

Es por ello que llegaban los días de concierto con la mirada puesta en el cielo, aunque el día 26, cuando hicimos el segundo concierto, la lluvia nos respetó, el rosario de actividades que había en Sevilla aquel día también nos respeto y, contra todo pronóstico, llenamos las butacas. El público pudo disfrutar de una de esas noches de inspiración que tengo, donde canté realmente cómodo. Había cantado muchas piezas de Rigoletto y algún que otro dúo, pero podía haber cantado todo el repertorio que tuviera en la memoria, que mi voz no se resentiría.

Mientras tanto, tenía el ojo puesto en ampliar mi número de actuaciones colaborando en los oficios que se agolpaban en Sevilla. Quizá no reportara tanto beneficio como otros conciertos, pero me ayudaban a sobrellevar cada mes.

Sin embargo, para poder llevar a cabo esas intervenciones, antes tendría que ensayar. Quedé un domingo, con la particularidad de que tenía que asistir el día antes a un evento social. Obviamente, tuve que abstenerme de trasnochar más de lo suscinto, aunque la lluvia trastocó los planes de todo el mundo. Era un ejemplo más que evidente: Los cantantes, los músicos en general, tenemos que rechazar ofertas de ocio demasiado a menudo, con tal de conseguir trabajo o mantener el que tenemos.

A pesar de acostarme relativamente temprano, me levanté con el cuerpo hecho polvo, y sin embargo tuve que ensayar, recordar de memoria piezas, ver a primera vista otras... es lo que tiene la vida de cantante.

No sabía si realmente aquel año terminaría cantando algún oficio, pero como en todo, el trabajo ya estaba hecho, y sólo era cuestión de tiempo recoger los beneficios de éste.

El último concierto que di en el Palacio de La Algaba, lo recordaré como ese concierto que di en off. Fue un Rigoletto, pero no es que no cantara, es que canté con el piloto automático, seguro de saber las piezas y de tenerlas más que trabajadas, como aquel que ficha cada mañana en la oficina. Hubo un momento en el que salía a cantar porque sonaba la introducción de mi pieza, no porque supiera que en ese momento me tocaba cantar.

Pero también recordaré ese concierto porque cuando estaba cantando el "Par mi", al coger aire una mota de polvo se me incrustó en la garganta. De pronto se me cerró hasta el ombligo. Las últimas palabras de una frase tuve que susurrarlas, la desconcentración fue tan acusada que hasta solté un pequeño gallo. Me dijeron que no se notó, pero a mí no me engañan con milongas, se tuvo que notar por cojones, pero yo estaba tranquilo porque no había sido culpa de no haber trabajado lo suficiente, si no de una mota de polvo que puede dar muchos más problemas de los que parece.

La verdad es que aquel concierto lo hice muy cómodo. Sin apenas esfuerzo llegué en perfectas condiciones al final del concierto. Físicamente para el arrastre, pero vocalmente como para cantar otros tres Rigoletto. ¿Sabéis esa sensación (los cantantes) de mareo algunas veces cuando se canta? Me dijeron una vez que era señal de que se estaba cantando bien, porque la recepción y uso del aire eran las adecuadas. No sé si será verdad, pero tuve esa sensación durante varios conciertos.

El problema venía ahora con los tres conciertos que me quedaban. Pecatta minutta para mí, un recital de zarzuela, una Serva Padrona y un Carmina Burana, lo malo era que justo los dos primeros conciertos, según el tiempo, iba a caer la monumental, a mí que me hacía falta la pasta, no podía permitirme perder dos conciertos. No era porque al llover no se pudiera cantar fuera (había posibilidades de cantar bajo techo), lo malo era que con lluvia la gente no salía de casa ni a tiros, así que casi dos semanas pendientes del tiempo.

Afortunadamente, llegó el viernes y pudimos cantar. Apenas chispeó un poco y pudimos esperar a que el público se resguardara, quedando entonces un concierto mucho más informal y cercano, gustó mucho.

El sábado no tuvimos tanta suerte y hubo que cancelar el concierto, la aparatosa tormenta que cayó aquel día parecía haber reunido la lluvia del día anterior más la de esa jornada.

A pesar de esa cancelación, pudimos hacer también el Carmina Burana el día 17. Fue un concierto extraño, ya que tuvimos que cantar sin monitores porque el amplificador comenzó a echar humo en el ensayo, nos pidieron un bis (Cosa que nunca había visto en un Carmina) y un integrante del público solicitó la batuta del director. Sólo esperamos que eso no se repita, porque era la única que tenía.

Pero la cosa no terminó ahí. Para celebrar el final del ciclo (por mi parte), llegué a casa a altas horas de la madrugada y bastante contento, la verdad es que al día siguiente tenía una resaca curiosa, pero no habíamos terminado ahí, tuve que ir por la tarde al local donde ensayábamos para grabar unas piezas de Rigoletto que íbamos a utilizar para promoción.

Canté el Par Mi bastante tranquilo, como quien está canturreando en la ducha, era más que obvio que cantar casi a diario me había proporcionado un fuelle que me vino más que bien. El cuarteto también salió muy bien, aunque luego decidimos volver a grabarlo medio tono más agudo, a ver qué pasaba. El resultado fue curioso. Obviamente me sentía un poco más tirante con ese medio tono de más, pero me costó mucho menos de lo que yo esperaba, estaba entusiasmado con la facilidad que tenía para dar esas notas.

Al volver a mi casa en Huelva, traté de retomar mi vida, y me hice la promesa de cantar por las mañanas un rato para no perder fuelle. Sin embargo, la primera semana no canté nada, y no porque no quisiera, si no porque preferí preparar unos cuantos midis para ponerlos en el ordenador y así poder cantar a gusto.

Era increíble, pero me había puesto a ordenar las partituras y prácticamente desistí después de terminar con la zarzuela y las misas. No sabía que se podían acumular tantas partituras en 17 años, algunas cuadruplicadas. La ópera y los musicales quedarían para más adelante. Preparé los midis y me dispuse a empezar a ensayar el lunes siguiente.

Mientras tanto, seguía recibiendo llamadas del director para más conciertos que quizá salieran antes de que finalizara el año, eso suponía que tendría algo más de dinero, pero sobre todo, las expectativas para el siguiente año, eran más que ilusionantes.

Desgraciadamente, uno de los conciertos se cayó, pero seguía expectante al siguiente. A pesar de estar en Huelva y preparando nuevas piezas, las conversaciones con Vicente llegaban a ser de más de 45 minutos. Tenía la precaución de contactar con él al menos una vez por semana para saber qué se cocía por ahí, las expectativas de un gran año 2015 continuaban.

El problema fue que a finales de octubre recibí la noticia de que uno de los integrantes de la camerata donde había estado había fallecido. He de reconocer que tuve que leer el mensaje varias veces para asimilar lo que ponía. Enterrar a un amigo siempre es difícil, pero cuando tienes que cantar en su funeral, la tarea se hace titánica ya que no sólo sabes que estás despidiendo a un amigo como él quiere, si no que además no lo tienes al lado cantando, lo cual es significativo. Sabiendo cómo él era, era más que lógico ver que había por lo menos tres agrupaciones corales para despedirle. Una representación de cada una, pero muchas personas al fin y al cabo, al menos los que queríamos despedirle y teníamos disponibilidad suficiente.

Ya entrado noviembre recibí las nuevas partituras, después de imprimirlas me di cuenta de que no sería tarea fácil, incluso tras los cortes realizados, pero si la vida del cantante no fuera un reto continuo, no tendría ese atractivo que tiene.

Y un nuevo "reto" llegó a finales de Noviembre cuando un antiguo compañero me ofreció un concierto para finales de Diciembre. Eran villancicos, pero me había decidido a preparar bien todos los conciertos y éste no iba a ser una excepción. De los cinco villancicos, tres los conocía de sobra, sólo tenía que quitar esos pequeños vicios que todos tenemos a la hora de cantar piezas navideñas, pero otros dos no me sonaban para nada.

Llamé a Vicente para comentarle la fecha de ese concierto, no fuera que se pisara con el de Sevilla, pero no sólo la fecha no estaba fijada, si no que además si coincidía me la cambiarían. La verdad es que es un gustazo trabajar de esa manera, no todos los directores cambian un concierto de fecha si tú no puedes.

El mismo día que recibí las partituras las imprimí y comencé a ojearlas. Tenía una semana aproximadamente para aprenderlas en condiciones antes del ensayo.

El día del ensayo llegó. A las 8 de la mañana estaba despierto. Hacía un frío tremendo y ya me venía a la cabeza la consabida pregunta "¿Quién me mandaría meterme en estos líos?". Llegué bastante pronto al lugar del ensayo. La verdad es que hasta que no llegó el autobús no me quedé tranquilo, siempre te queda la duda de si me habría equivocado de sitio.

Tras varios minutos viendo cómo se organizaba todo, me di cuenta de que ser solista llevaba un plus positivo: No tenía que organizar nada. Cada componente del coro cogía su silla y se colocaba en su lugar, al igual que la orquesta, yo por mi parte sólo tenía que sentarme cómodamente en el sofá detrás del director para esperar a cantar.

Se notaba que habría sólo un ensayo todos juntos, y se notaba porque tuve que cantar con el otro tenor al mismo tiempo todas las piezas que teníamos en el repertorio, para ahorrar tiempo. Sin duda fue algo extraño, yo hacía lo que podía, pero debo reconocer que me apoyaba bastante en el tempo que llevaba mi compañero. Tenía algunas dudas con respecto al tempo y él las tenía en dos o tres notas, todo se compensaba. Las piezas, irremediablemente graves. Soy tenor ligero, mi tesitura es muy aguda, pero en los graves soy prácticamente un cero a la izquierda, no tengo graves y tampoco tengo intención de trabajarlos, sólo serviría para estropear mi voz. La prominencia de graves en esas piezas era muy llamativa, mi voz no brillaba, no lucía. Al final el ensayo fue raro, cantamos todas las piezas y las miramos bien, pero al no poder verlas solo, apenas tenía práctica con las referencias de la orquesta.

Esa misma tarde marché para Sevilla, debíamos tener el primer contacto con la nueva ópera y yo apenas había tenido tiempo de mirar las partituras más que un poco. Al día siguiente hicimos Vicente y yo un ensayo express, donde vimos las páginas que había que quitar y encajamos algunas dudas. Dos días después pude cantar con la soprano. Me dejó maravillado la facilidad que tenía para llegar a semejantes sobreagudos sin apenas esfuerzo y cómo lo tenía todo muy bien mirado para ser el primer ensayo. Yo hice lo que pude, cantando a voz lo que tenia visto y tarareando a primera vista lo que apenas conocía. La métrica del solfeo ayudó bastante, pero aún así me di cuenta de que necesitaría mucho trabajo.

Y andando andando, llegamos al día 20, el día del concierto del que me había preocupado de dar publicidad en las Redes Sociales, para ver si algún conocido quería ir a verme, ya que hacía muchos años que no cantaba en la provincia.

Al llegar a la iglesia, el frío seguía siendo la tónica dominante. Un frío que pelaba y que no iba precisamente bien para las voces. También había llegado pronto y me pasé varios minutos rezando porque no me hubiera equivocado de lugar. Afortunadamente, cuando vi a los primeros miembros de la orquesta llegar, me quedé tranquilo. Yo me había puesto mi elegante esmoquin y al quitármelo para entrar en la iglesia ya preparado, el frío se acrecentó. Entramos en la iglesia después de un rato esperando y nos colocamos. Nos quedamos ahí puesto que ya el público esperaba. Tengo que reconocer que me pasé temblando todo el concierto, pero no porque tuviera nervios, si no por el frío tan sangrante que hacía.

El concierto... por mi parte más vale olvidarlo. Sólo cogía bien el tempo cuando el director marcaba perfectamente el 4/4 ó el 3/4, mi voz sonaba pequeña y apagada con esa tesitura tan grave, tuve que hacer algunas frases en octava aguda para que se me pudiera oír. Algunas entradas no se marcaron bien y decidí entrar en la segunda frase, en lugar de en mitad de la primera para que así no se notara que había entrado tarde. Se notaba que con un solo ensayo no era suficiente. Al menos 3 hubieran hecho falta.

Al finalizar el concierto, yo no estaba para nada contento con lo que había hecho. Es probable que me haya acostumbrado a la ópera y la zarzuela. Es lo malo que tiene hacer estos conciertos de sustitución, que la tesitura puede que le venga bien al titular, pero al sustituto, es probable que le venga mal, algo parecido a lo que pasó cuando canté el Himno de Coronación de la Victoria. Eso sí, lo bueno fueron los 150 euros que me soltaron antes de empezar el concierto, así da gusto.

Al final tenía la sensación de que el director de aquel concierto, no volvería a contar conmigo para nada, dado el resultado. Pero es un resultado engañoso. Un solo ensayo, tesitura inadecuada... muchos factores a tener en cuenta. En estos 17 años había demostrado más de una vez que tenía una voz más que capaz de abordar piezas complicadas y exigentes, pero si sólo tienes una primera impresión, es lo que queda. Dudaba de que volviera a tener noticias de aquel coro, aquella orquesta o aquel director, no tendría una segunda oportunidad para demostrar lo que realmente valía.

El último concierto de 2014 había terminado. Un año complicado por un lado, pero lleno de satisfacciones por otro. Tenía la impresión de que 2015 iba a ser mi resurgir vocal, que ahora sí que iba a mejorar sustancialmente y no me volvería a encontrar en una situación tan delicada como la del concierto de los villancicos. Sabía que todo iba a ir a mejor, pero para eso, había que ponerse a estudiar.